miércoles, 5 de marzo de 2008

VISITA A LA CIUDAD SAGRADA DE QUILMES

CRÓNICA SOBRE VISITA A RUINAS DE QUILMES, TUCUMÁN, ARGENTINA
GESTIONADA DESDE ENERO PASADO POR DESCENDIENTES DE PUEBLOS ORIGINARIOS
Febrero de 2008


Este lugar guarda muchos secretos e historias. Para llegar a las Ruinas de Quilmes me tomo con un amigo un colectivo que nos deja en la ruta. Ahí nos espera un hombre con una camioneta muy vieja que nos lleva por dos pesos argentinos a las puertas de las ruinas donde se abre el paisaje y la majestuosidad del lugar ante nuestros ojos.

La belleza de estos cerros que se recortan en un cielo celeste nos hace sentir diminutos, insignificantes frente al poder de la naturaleza. Vemos cientos de cardones (cactus) que se extienden y se pierden a lo lejos. El silencio nos invade por unos segundos. Tomo aire. Me siento feliz y privilegiada en estar en este lugar, mientras a nuestras espaldas algunas personas se toman unas fotos y se marchan. Nosotros recién comenzamos a asombrarnos y deslumbrarnos. Belleza por este descubrimiento y el horror que la historia de la conquista dejó a su paso.


Cardones como guardianes

Miles de cardones en los sitios arqueológicos, cercanos a las viviendas, simbolizan los Quilmes que aún hoy custodian ese lugar.

Este sitio fue llamado Pucará o fortaleza
Poseía diversos puestos de vigilancia o miradores, donde se poseía el dominio visual de todo el lugar. Se comunicaban con el sonido de instrumentos como quenas.
Los mensajeros eran denominados Chasqui.
Lo que dice la historia reciente

En 1977 se realizó la reconstrucción de un 15 % de lo que hoy conocemos como las Ruinas de Quilmes, llevada adelante por el arqueólogo Ambrosetti.
En 1987 se declaró Patrimonio de la Humanidad este territorio.
Estas ruinas aún conservan y guardan mucho conocimiento e información sobre los pueblos que habitaron estas tierras antes que los españoles arrasaran con su legado.

El hombre y la gestión de la discordia

Desde 1992 el Estado argentino cedió a un privado la gestión de este sitio arqueológico, que incluían las ruinas, museo y un hotel a las puertas de las ruinas. Pero este señor (que hoy gestiona un Museo en Amaicha), convirtió este sitio puramente en un negocio y esto desembocó en el descontento de los habitantes de ese lugar que han crecido en esta tierra -aunque no son descendientes directos de los Quilmes- luchan por resguardar ese amor y respeto por este lugar que construyeron y quisieron sus ancestros.

El predio del hotel continúa hoy en litigio judicial así como el museo a los que está prohibido el acceso.

Es así como el 13 de diciembre de 2007 se ha expulsado a este señor de este territorio vendido a los terratenientes.

El 9 de enero de 2008 las 14 comunidades de base que están respaldando a la comunidad india Quilmes, ha tomado simbólicamente este lugar y ha empezado a gestionar de otro modo este sitio arqueológico. Tal y como este paso de luchas, sacrificio y amor a la tierra, a la Pachamama, así lo merecen.

Para llegar a toma simbólica de este lugar se ha demorado 45 días de corte de ruta.
No ha sido nada fácil el camino para los Quilmes ni antes ni ahora.
La diferencia se siente cuando uno llega: no impera el negocio sino el respeto y el conocimiento de este lugar que todavía no está totalmente reconstruido. Resta mucho por conocer de este sitio y de lo que generaban los Quilmes.

EN LAS PUERTAS DE LA CIUDAD SAGRADA DE QUILMES

En la entrada de las ruinas se agrupan mujeres y hombres esperando a los turistas que deseen una visita guiada, como nosotros, que esperamos que se nos asigne un guía. Nos toca en suerte un hombre joven, muy risueño que se pone en marcha con nosotros para comenzar la visita.

Hoy Antonio es nuestro guía y lo hace con mucho orgullo y alegría. En cuanto llegamos se abre ante nosotros un paisaje de excepción, nos sentimos atrapados por este lugar y su gente.

Antonio, guía de excepción





Antonio nos muestra el lugar donde los Quilmas almacenaban sus alimentos
para el invierno
Los alimentos eran almacenados en silos, en graneros conectados con las viviendas.
Los animales que transportaban el agua eran fundamentalmente las llamas.

Un guía con vocación

Antonio es de piel cobriza, no supera los treinta y cinco años. Parte del conocimiento de sus ancestros lo vuelca en estas guias para relatar la destrucción y el saqueo que sufrió su pueblo, pero también para dejarnos claro que están mirando hacia delante, están organizados, tienen planes y sobre todo esperanza en conservar la gestión de este lugar y mejorar su calidad de vida.


Hace veinte días que comenzó su labor como guía en las Ruinas de Quilmes. Sonríe y continuamos ascendiendo por este pucará.
Un sueño cumplido para Antonio, luego de recibir los conocimientos de sus ancestros por parte de sus abuelos, luego de haber trabajado en Taif del Valle o Amaicha como mozo, tratando de acercar a la gente algo del legado de su pueblo. Pero siempre lo hizo fuera de este valle.





Sistema de riego

Los Quilmes trabajaban la tierra en parcelas con un sistema de riego donde los canales eran los que permitían desde un solo lugar poder llegar a regar un campo entero. Un sistema de riego en base a esos laberintos donde se canalizaba el agua.

Pájaro que abre sus alas y nos cubre

Comenzamos la visita en la parte baja de la ciudad. Antonio nos comienza a hablar del modo en qué los Quilmes construían sus viviendas.
Las contemplamos: tienen paredes anchas, con entradas con forma de laberintos, eran semisubterráneas, lo que permitía conversar la temperatura ambiente.

Antonio puede ver nuestro interés y ansiedad al preguntar. También vemos que Antonio está nervioso (supongo por el brillo en sus ojos que cada grupo significa un desafío para él y para su grupo), pero a lo largo de la visita sus palabras y presencia crecen. Es como un pájaro que poco a poco comienza a mostrar sus habilidades para volar y compartir su sabiduría que viene de más atrás, de sus abuelos.


Una anécdota

Siempre le gustó complementar su trabajo con algunas lecturas, pero muchas veces los libros no contaban lo que él sabía...
Uno de esos días que llegaban un grupo de turistas varones a las Ruinas, a Antonio le tocó en suerte guiarlos. La visita transcurrió sin sobresaltos, hasta llegar a los miradores, donde por lo general culmina la visita guiada, allí los visitantes pueden quedarse un rato o hacer las preguntas que no hayan hecho en el transcurso del recorrido.

Cuando culminó la visita, ese grupo de hombres le dijo a Antonio que eran profesores de Historia. Su sorpresa aumentó por el respeto y la escucha que le brindaron, comprobó que su saber era sumamente válido y hasta lo invitaron a dar una charla en Buenos Aires en alguno de los colegios donde ellos dan sus clases.

Lucharon hasta el final

Los Quilmes fueron el último pueblo en ceder a la conquista española. Batalla que duró 130 años.

Memoria marcada por el dolor y la explotación
“Cinco siglos igual”

“La nación de Haguita-Calchaqui estaba conformada por 40 pueblos que hablaban diferentes dialectos para transmitir su conocimiento. No poseían escritura, por lo que la oralidad era la base de esta transmisión.
Mil indios Quilmes fueron llevados a Quilmes, Buenos Aires, como esclavos.
En 1716 algunos Quilmes volvieron a trabajar sus tierras a condición de salvar su vida en beneficio de los terratenientes.
El Cacique Martin I Quin tuvo que elegir salvar la vida de su pueblo, de los 800 hombres que quedaban que volvían de Tucumán, Salta y Catamarca.
1812 Muere el último indio Quilmes en Quilmes, Buenos Aires, conjuntamente con la desaparición de su lengua madre.
Nos cuenta, Antonio que “luchaban en la parte baja de la ciudad, donde estaban los cultivos”. “Los españoles lograron dominarlos cuando se apoderaron de sus cultivos y de su circuito de agua, obligándolos a bajar”, sentencia nuestro guía cuando llegamos a uno de los miradores. Los sitiaron.
Y nos relata “cuando los tomaron prisioneros Juan Chelemín era su Cacique fue descuartizado en Buenos Aires como escarmiento para que no se rebelaran”.
Según Antonio fue en Cachi que les advirtieron a los españoles de este asentamiento. “Allí aliaron a algunos pueblos cercanos para invadir a los Quilmes”.

Sus creencias, organización social y costumbres

Los Quilmes conformaban una población entre ocho y diez mil; su división política estaba dada la existencia de un cacique y su grupo de custodia, un grupo de ancianos y un chaman”.Que según nuestro guía, sería una especie de “profeta” para los occidentales y cristianos.

Los mayores enseñaban y preparaban a los más pequeños en los centros de recreación.
Para los Quilmes los trabajos eran concebimos como comunitarios tanto la agricultura, la arquitectura así como en tallado en piedra, madera o hueso era tarea compartida por hombres y mujeres.


Mujeres en la molienda y la confección de flechas

Pero a las mujeres se les asignaban dos tareas específicas: la molienda y la realización tanto de las flechas de caza como las de defensa. La fecha de caza era realizada con cuarzo, que era considerado como un mineral puro que no permitía que se contaminara la presa, en tanto la flecha de defensa era de turbolina, una piedra negra.


La ciudad

En la cima del cerro vivían los criadores de los animales, que sostenían el trueque o cambalache por productos que se cosechaban en la parte baja de esta ciudad.

En la parte más alta estaba el Cacique, donde había una treintena de viviendas.

En la parte baja de la ciudad vivían los agricultores y agroalfaeros.



Una de las formas de demostrar un respeto hacia la Pachamama es colocando
una piedra en un cruce de caminos

La Pachamama: “Una anciana que toca la caja”
Los Quilmes creían en la vida después de la muerte.
Enterraban a sus muertos en cementerios pero también se han encontrado tumbas dentro de las viviendas. Los cementerios aún no están reconstruidos. Resta mucho por saber de este pueblo todavía.

Con la conquista española empezaron a convivir y a mezclarse las ofrendas a la Pachamama, “esa abuela que toca la caja”, según nos relata Antonio “es una anciana que vive tocando la caja en distintos lugares de los cerros” “Sus sonidos se distinguen en esa soledad del paisaje. Es el sonido de esa caja que puede escucharse a lo lejos”. Para eso se realiza en los cruces de caminos mediante una piedra se le demuestra el respeto a la Pachamama. También se le realizan diversas ofrendas como: cigarrillos, hojas de coca, bebidas y se le pide buena cosecha y poder encontrar a los animales.

Esto se mezcla con las creencias traídas por los jesuitas a este rincón del mundo, que conserva aún mucha magia y conocimiento para ofrecer a los hombres y mujeres que deseen acercarse a él y descubrir parte de sus secretos.
Pueblo humilde y sabio, raíz de estas diversas comunidades que crecieron en este sitio y a las que tanto se castigó sin ningún motivo más que la codicia y la ambición de los hombres.

martes, 4 de marzo de 2008

"FOTOS CON MEMORIA Y COMPROMISO" Charla con Aurelio González

Este es el resultado de una emocionante charla mantenida con el fotógrafo Aurelio González, 11 de diciembre de 2007 en las escalinatas del Teatro Solís una noche ventosa de primavera, cuando lo crucé por la calle Buenos Aires. Salimos de nuestro apuro y nos pusimos a conversar.
Su sencillez en la apariencia y en la mirada, no me dejaron duda alguna de sus palabras, de su compromiso y de su entrega en ese oficio que abrazó desde muy joven en un país con calles teñidas de manifestaciones, convulsionado por sucesos locales y mundiales. Aurelio es testigo de esa época y sus fotos hoy parte de esa memoria silenciada.

Entre enero y marzo de 2006 fue hallado el archivo fotográfico del diario El Popular que había sido escondido en 1973, ante la inminencia del golpe de Estado en nuestro país. Aurelio González era el Jefe de Fotografía del diario y desde entonces lo cedió en custodia al CMDF. Hasta el momento han sido documentadas 4.400 fotografías sobre las 48.626 que componen la totalidad de este fondo. Con la finalidad de hacer público este hallazgo se realizó una selección de las fotografías de este diario
–especialmente de los convulsionados años sesenta- que como dice Aurelio son “nuestras fotos”.

- Aurelio, hablame de la última muestra de las fotografías del diario “El Popular”, que se realizó en el atrio de la IMM.
“Yo no había visto las fotos que los compañeros del Centro Municipal de Fotografía habían seleccionado para la exposición. Lo hicieron con un criterio muy profesional, además no sólo se trataba de las fotografías sino del trabajo que ellos hacen para recuperar esos negativos”. La exposición era sobre el diario El Popular . Yo no sabía lo que habían elegido y un día antes de la exposición, Daniel Sosa que es el Jefe del CMF, me dice: - Vamos hasta arriba que está colgando algunas fotos”.
“Cuando vi las fotos –porque las hicieron en un tamaño adecuado y además porque las leyendas allí expuestas eran brillantes- me quedé asombrado (…) ¡cuando vi esas fotos de hace tantos años, que no solamente las saqué yo, hay otros compañeros que han sacado! ¡Me acordaba de todo… hasta de palabras! Me acuerdo que nosotros decíamos en el diario “Necesitamos más periodistas y más recursos” y un diario contra de por ahí salía diciendo “Sí, lo que ustedes necesitan son más periodistas”.

Mauricio Rosencof –entre otros de su generación- fue uno de los periodistas y fundadores del diario “El Popular”.

“Cuando vi esa foto de los peones de tambo, porque hice la primer marcha de los peones rurales que fue allá por el ’57 (…) la gente venía de Isla Mala, de San José (…), pero nos juntábamos todos en la ciudad de Santa Lucía y vinimos caminando a Montevideo”.

“Y ahí me encuentro esos peones de tambo con un letrero hecho a mano “Primer Congreso de los Peones de Tambo”–con esa humildad propia de la gente del interior-, me llegó al alma; cuando veo esa viejita con una botella de leche CONAPROLE
–cuando faltó la leche en un tiempo- y con su pañuelito…y observo la Plaza Libertad llena de gases y la policía garrote en mano viendo a qué enemigo golpear”…



El diario El Popular vio luz por primera vez el 1/02/1957 y se vio acorralado por sucesivas clausuras el 26 de octubre de 1976. En esta primera época El Popular fue diario en formato sábana (con mucha letra, como los diarios de antes); posteriormente sus ediciones tomaron color y la definición y calidad fotográfica fueron evolucionando junto con la publicación.

“De yapa, el documental”

- ¿Y del documental qué me decís?
“Y después el documental de cuando nosotros logramos entrar al edificio Lapido, cuando encontramos los negativos y los tuvimos que sacar de ese ducto”.

“Cuando aparecen los negativos allí estoy yo, maravillado viéndolos y digo unas palabrotas: - ¡Qué lo parió!”

Aurelio se refiere al documental “Al pie del Árbol Blanco” que narra cómo se hallaron y recuperaron esos cientos de negativos sellados por la humedad, pero que el tiempo no doblegó.

Un círculo que se cierra

“Entiendo que son pocos los seres humanos que han tenido esa dicha. Soy uno de los pocos que ha tenido ese privilegio en el Uruguay. No por ser mérito mío sino porque así se dieron las cosas, así rodó la vida, las circunstancias. No hay muchos ejemplos en el mundo de negativos de una historia escondida y recuperados después de muchos años y además, recuperarlos en buen estado”.

“Pero recuperarlos en un momento muy especial: cuando aparece el primer desaparecido, Chávez Sosa en Pando, al otro día aparecen los negativos”.

“Ayer me hicieron una nota en el Semanario Crónica y me preguntaban: - ¿Qué sentiste?. ¿Cuál fue la foto que más te impactó?”. Y yo les contesté: -Sentí muchas cosas… En un primer momento era la primera foto, pero iba pasando el rollo y era la otra (…). Eran un montón de impactos.

Es maravilloso porque siento que es como un círculo que se cerró. ¡Ahora puedo morirme! (se ríe). Y se desdice ¡ahora no puedo morirme!

- En un momento en que Uruguay y en América Latina la realidad ofrecía muchísimos acontecimientos, materia prima…
-
“¡Lo que tú decís parece que hubieses nacido en mi época y sos una chiquilina!”

“Moría el viejo Uruguay”

Fueron años muy especiales, tiempos en que moría el viejo Uruguay: el Uruguay de la abundancia, del bienestar, del final de la Guerra Mundial, de la Guerra de Corea.
Ese Uruguay moría y nacía el de la primera carta de intención con el Fondo Monetario Internacional, cuando se empezó a deteriorar la vida en el país. Saltó el dólar, los salarios se deterioraron y en función de eso había luchas y los gobiernos trataban de que no se produjeran, pero reprimiendo. Hubo mucha lucha por el presupuesto de la Universidad y por el salario de las familias. Y todo eso está reflejado en fotos.

En una de sus páginas del último mes de su edición encontramos en una de sus páginas un recuadro con palabras de un discurso de Líber Seregni –irreconocible por su lozanía para las nuevas generaciones acostumbradas a otra imagen-, pronunciado en Paysandú el 28 de mayo de 1972: “Es con esa fuerza de nuestra razón, con la seguridad y la firmeza de nuestras ideas que enfrentaremos el presente y el futuro, porque estamos convencidos que sólo el pueblo organizado democráticamente es el protagonista de la historia”.

“¿Un tipo de suerte?”

- El fotógrafo, entonces, ¿es un testigo privilegiado de esos acontecimientos?
“El fotógrafo es un tipo de suerte. Por ejemplo, nosotros en tiempo de dictadura manifestábamos, salíamos a las fábricas a sacar fotos, pero también a explicarles qué estaba pasando”.
“En la concentración, en la manifestación del 9 de julio del ’73 que fue la culminación de esas ocupaciones, yo estaba manifestando pero tenía la ventaja de estar sacando fotos”. Había mucha entrega”.

“Ayer me preguntaban en una entrevista: - ¿Tenías miedo?”. “- Hay cosas que son más fuetes que eso. Miedo tenemos naturalmente. Pero cuando salías era más fuerte la convicción de estar allí, de fotografiar. Tengo que ir a la fábrica y hacerlo, era superior al miedo”.

- ¿Cómo conviven las utopías en este momento en que el mundo ha cambiado tanto?
“Es verdad. El mundo ha cambiado. Pero con la muestra que se inauguró el 10 de marzo de 2006 –era el cumpleaños de Zitarrosa y no lo sabíamos, fue una linda casualidad- comencé a recorrer el interior, porque me invitaban.”
“La gente no podía creer que después de treinta y tantos años hubiera escondido esas fotos y las hubiese recuperado”. “La gente festeja eso”. “Había muchos jóvenes que se emocionaban (…), muchos de esos jóvenes van al Pilsen Rock y me parece bárbaro…”

La muestra estuvo en la Universidad de Salto con más de 200 jóvenes en el auditorio, donde se contaba la historia de esos negativos. También en la Facultad de Psicología o en el Instituto de Educación Física, entre otros lugares.

Horizonte borroso

“Vivimos otra época. Nuestra generación tenía una meta. Teníamos el ejemplo de la revolución cubana que había luchado contra una dictadura feroz y se había enfrentado y se seguía enfrentando al imperio”. “Para nosotros era un ejemplo y nos daba ese aliento. Luego vino la guerra de Vietnam, donde ese pueblo sin industrias se enfrentó al sistema más poderoso del mundo y lo venció”.

“Han pasado dictaduras además la sociedad de consumo, donde esas cosas entran a tu casa sin pedirte permiso (…), los jóvenes se encuentran que no son protagonistas. Entonces, se retraen. Aparece algo feroz como es la droga y los jóvenes no saben bien qué camino agarrar”.
- En un mundo donde las cosas no están tan claras como antes…

“Hoy imaginate que si el Uruguay no se aferra al comercio con Malasia…. no podemos sobrevivir.”
- Y el exilio, hoy, es económico…

“Te vas con un drama terrible… los padres que se quedan y se va el hijo… -acá o en cualquier país- se va un pedazo tuyo, se va lejos y se desprende de un montón de cosas”.

“La globalización, que se le dice, el capital se ha metido, acapara todo y unas pocas multinacionales son mucho más poderosas que muchos estados juntos”.
- Entonces, ¿cómo defender las utopías?

“Yo siempre luché por el socialismo. El socialismo de la Unión Soviética fracasó, cayó, tenía defectos. Pero así todo, creo que el camino es el socialismo, porque hoy vivimos en un mundo donde vamos detrás del peso y por el dinero somos capaces (…), por ejemplo, en este lío que tenemos por las pasteras con Argentina (…) que si el río se deteriora. (…) Y pescaremos el último atún y todo por el dinero”.

- ¿Querés agregar algo más sobre tus fotografías?

“¡No son tan mías!”. “Vengo de la Casa del Inmigrante que queda en la calle Reconquista y hablando les comenté las fotos que había dado para una película cien fotografías; y me preguntan: - ¿No cobraste nada?, mientras hay diarios que las venden a 50 o 60 dólares.”
“Me vienen a pedir y siempre las he dado”. “No he cobrado ni un peso. No lo necesito”.

“Estas fotos son nuestras. Pongo este ejemplo –que no sé si está bien puesto-: cualquiera canta por ahí las canciones de los Olimareños o de Zitarrosa y no paga nada por ello. Porque se ha hecho nuestro”.

- Pero ¿algo especial tienen esas fotos?
“Sí, son fotos de una época. Además, nuestro diario si algo tenía distinto a los otros era que nos importaba qué pasaba en las barriadas humildes, en las fábricas, en los lugares donde no tenían voz”.
“Sabían que tenían tu voto cada cinco años, pero no tenías derecho a decir, a contar lo que te pasaba. Nosotros le dábamos voz a esa gente: les relatábamos sus miserias y también sus alegrías –si las había-”.

“Un país que lo ha hecho su gente”

“Entonces, lo que tienen esas fotos que las hacen distintas a otras es porque tienen mucha lucha, mucha movilización”. “Porque este país – yo no digo que no haya tenido dirigentes políticos importantes-, pero por sobre todas las cosas lo que este país siempre ha tenido es su gente: gente con claridad, que salió a luchar, a reclamar sus derechos”.

“Y cuando tú ves esas fotos y te encontrás con esas movilizaciones por los barrios (…), por Veracierto que estaba lleno de fábricas textiles, o por el Palacio Legislativo con una manifestación con carteles de los judiciales y los universitarios, junto con los hombres de la construcción y los frigoríficos (…)”.

“Un camino para llegar”

“Por eso te digo que este gobierno lo hacen esos hombres y esas mujeres que abrieron este camino donde llegamos. No sé qué va a pasar con él (…)”.
“Hicieron ese camino para llegar –yo no digo que la nueva generación no lo hizo-, pero viene de atrás, pasó por toda esa lucha. Porque hubo algo antes (…)”.

Al encuentro de la memoria

- Aurelio: ¿Las fotos se parecen a la memoria?
Aurelio suelta una carcajada, mi mira y responde. “Lo que ocurre es que las fotos son memoria. Una memoria que la puedes tocar. Ese es el valor de nuestras fotos, que es nuestra historia”.
“Recuerdo que en la inauguración de la muestra del 2006, el Dr. Erlich en su intervención decía que esta historia tenía un parecido, una similitud con la historia de aquellos judíos polacos que los tenían en un campo de concentración. Y decían:
- Vamos a dejar algo escrito y escondido, que algún día alguien lo encontrará”.
“Allí escribieron sus últimas líneas, despidiéndose de sus familias y las enterraron”. “Hoy se encontraron”.
- ¿Es una forma de perdurar?
“Es una forma que te llegue la palabra de tu padre, de tu abuelo (…)”
“Y nosotros en ese lugar que la escondimos, allá arriba (…) desaparecieron porque hubo obras. Alguien haciendo la remodelación las encontró; ese hombre –yo no sé si por comodidad o por convicción política- pensó: -Esto no puede quedar aquí. Lo tiró a un ducto, y de allí arriba aparecieron en el subsuelo”.
“Cuando aparecieron y tuve la oportunidad de subir para ver dónde estaban y miré allá arriba y ví esos negativos entre escombros, cenizas y suciedad (…): ¡era como un Ave Fénix, ¿me entendés?. ¡Salía de todo eso!”
“Cuando ví la primer lata que sacamos oxidada y que dejé brillante como el metal: ¡qué orgullo!. Era algo mío que había sido capaz de resistir, de esconderse y luego de escondida cuando la atacó la humedad supo sellarla y aguantó”.


Lourdes Núñez, Montevideo, 11 de diciembre 2007