miércoles, 28 de febrero de 2007

UN OTOÑO EN EL MINCHO BAR

Al cruzar el umbral de un pequeño bar céntrico, advierto un grupo de veteranos reunidos en varias mesas, conversando apasionadamente.
Me cautivan sus gestos y el ensimismamiento de la charla que los recorta del ambiente.
En la mesa: algunos libros y recortes de prensa, varios vasos de grapa miel y pocillos con café.
Me acerco y me siento en una de las sillas libres de este círculo.
La charla discurre naturalmente de política internacional a fútbol, teatro o literatura.
Su capacidad de hilar temas aparentemente inconexos, en principio, me inquieta. Esa primera tarde de abril, soy una simple observadora que progresivamente será aceptada en ese universo simbólico, más que generacional.

Todos los miércoles a las seis de la tarde –llueva o truene- este grupo de amigos cumple el ritual a pie juntillas. Más allá de su anonimato, este grupo parece continuar una tradición de este bar y algunos cafés de la ciudad. Pues, en estas mismas mesas del Mincho Bar, habitaron la poeta Marosa Di Giorgio (adoptándolo luego del cierre del Sorocabana) o Clara Silva en los setenta.

Ya a mitad de los noventa estos habitués de los miércoles persisten en este ritual de miércoles.
Esta tertulia tuvo uno de sus antecedentes en la denominada “peña del fondo”, donde escritores como Teresa Porzecanski, Ricardo Prieto (uno de sus impulsores) o el filósofo Julio Ricci –entre otros-, se empecinaran en rescatar un hábito traído desde mediados de los cincuenta en este mismo bar.
En este caso, reuniéndose todos los lunes y autodenominándose peña del fondo.

Según nos definió uno los integrantes de la tertulia de mediados de los noventa (que aún sobrevive), la primera vez que nos sentamos en la mesa de los miércoles: - “Nosotros somos homo sorocabanensis” .
Traduzco: hombres de café.


UN POCO DE HISTORIA
Lejos están las épocas en las que las mujeres eran juzgadas de libertinas por sentarse en la mesa de un café o bar.
Incluso esta tertulia cuenta con dos habitués mujeres: María (asistente social jubilada) e Isabel (docente de griego y astróloga).

Las paredes y habitués de este bar guardan sonidos de charlas entre lo intelectual y lo popular, la ironía-drama y comidad de los acontecimientos cotidianos, mezclados con reflexiones sobre los avatares de la humanidad.

A éste grupo los une la pasión por el oficio de escribir, recordar viejas épocas, pero también hablar del presente y del devenir de los hombres y mujeres.

UNO DE SUS PERSONAJES
ARIEL
Novelistas desconocidos como: Ariel Méndez, que en 1949 publica su primer libro; o el cuentista Aldo Cánepa o el poeta Aurelio Pastori, habitan este lugar.

Ariel conoce el Mincho a comienzos de los sesenta, cuando uno de sus singulares habitués, dueño de una librería céntrica y escribió bajo el nombre de L.Garini, lo llevó a este bar. Donde “los empleados del Automóvil Club tomaban grapa con limón a la vera del mostrador”.
En los sucesivos encuentros con la tertulia, Ariel, nos comentó -y se definió a través de sus palabras-:
- “Soy un hombre del llano y del Atlántico. Me gusta el mar.”
- Dentro de sus recuerdos de juventud nos comenta: “Salir sin gacho era imperdonable, salvo en verano por las altas temperaturas. Ya a los 15 años usaba gacho”.
- “El exilio de los uruguayos comenzó en los años ’50 y el destino era Venezuela”.
- “Todo esto lo he escuchado en los boliches, hablando y relacionándome con la gente”.
- “Fui testigo del hundimiento del Graff Spee, un suceso inesperado para la tranquilidad montevideana”.

TRADICIÓN QUE PERVIVE

Ricardo Prieto es poeta y dramaturgo, con su impulso se llevó adelante a principios de los noventa una tertulia a la que denominaron “Peña del Fondo” (pues se reunían en el fondo del bar), por la que recalaron escritoras y escritores reconocidos y anónimos, uruguayos y del exterior.

En 1993 llevó adelante un registro de los habitúes semanal, que quedaron registrados en una especie de Bitácora a la que pudimos acceder, donde nos encontramos con testimonios como éstos:

ESPACIO “CIRCULAR”
Prieto tenía 20 años cuando pisó por vez primera el Mincho. Transcurría el año 1962. Cuando se acomodó en una mesa de fondo del bar, contigua a esa mesa se reunían el (desconocido y misterioso) escritor L.S.Garini y la poeta Clara Silva.
En ese mismo espacio, años más tarde, Prieto iniciaría una peña que se transformaría en la continuación de una tradición nacida en los ’60.
- Nos comentó: “eran escritores consagrados (se refiere a Clara Silva y a Garini), y yo era un muchacho con poemas escritos en un cuaderno. Me aceptaron como uno más; ahí estaban Garini, Ariel Méndez, estaba Zum Felde ”

DE EXILIO Y OTRAS YERBAS
Rafael Ronamo dedicó su vida a la Antropología y vivió todo su exilio en México donde trabajó en el Museo Antropológico, Ciudad de México. Lo conocimos un miércoles de otoño y pudimos acceder a este testimonio de su llegada a Uruguay y al Mincho:

QUIEBRE DE LA DICTADURA
“El regreso a Montevideo, es como el regreso a los orígenes. Se llega con miles de visiones aún patentes, así como los rostros de los que fueron amigos en las circunstancias fortuitas y adversas: los sucesos vividos y aquellos perfiles de ciudades y pueblos recorridos. Con ese manojo del cual uno no puede desprenderse fácilmente. En ese trance por alcanzar un lugarcito, es que empiezo a desenvolver paquetes y tratar de acomodar libros, archivos, revistas, fotografías en aquellos espacios que fueron ocupados en el ayer por otros objetos”.
“En ese intento por acomodarme, aparezco en el Mincho para rescatar un lugar en el círculo de antaño. Entonces, se antoja que la vieja peña como un círculo, mantiene en el aire el recuerdo de los que no están en el presente”
8 de marzo de 1993
BITÁCORA PEÑA DEL FONDO

MAROSA Y EL MINCHO
Otras de las habitúes de la última época del Mincho fue la poeta Marosa Di Giorgio que definida por otro poeta (Elder Silva) “era un sistema solar, todos las rodeaban. Especialmente los más jóvenes”.

Marosa fue una férrea habitúe del Café Sorocabana de la Plaza Cagancha, donde Ricardo Prieto la conoció.

2 comentarios:

Ruben dijo...

Leído que fue tu comentario, te puedo agregar cosas y cambiar otras. Al principio -por los años 60, creo recordar que nos reuníamos los martes y no a las 18 sino bastante más tarde. Ariel llegaba cansado de haber jugado a la "pelota de manos" en el Juventus a eso de las 21 y era de los primeros. Siempre pedía:
-Una Salus, Terra, por favor. Me deshidraté -nos informaba a los que habíamos llegado antes.
Claro que el agua mineral normalmente quedaba en la mesa, sin tocar y como mudo testigo de lo que venía después.
A medida que llegaban los parroquianos -éramos realmente como integrantes de una parroquia que tenía ese ritual que se desarrollaba los martes en el Mincho.
Al principio éramos un grupo de seis o siete y otros que pasaban a menudo. Uno de los que venía desde su trabajo en el Automóvil Club, a pocos metros del Mincho, era Juan Manuel Tenuta, el entonces actor de El Galpón.
Venía Alberto Mediza, joven poeta que falleció muy joven, Saúl Ibargoyen Islas, a veces Hugo Giovanetti Viola, Washington Barale, Alfredo Gravina, Jorge Medina Vidal, Juan Carlos Legido. Hasta Tarik Carson, el ajedrecista y cuentista que se nos ha perdido en los años y que se fuera a vivir a Buenos Aires.Pero el núcleo más consecuente en los primeros años era el formado por Ariel Mendez (éste era como los supermercados en los shopping centers, la tienda central) Nelson Marra, Manuel Márquez, Felipe Novoa, Ruben Yacovsky, Ruben Aguerreberry, el vasco Urdain (que firmaba con seudónimo sus cuentos que fueran incluídos en "Los raros", una colección que sacara Angel Rama), su compañero "el Gordo", que mal que bien llevaba la chacra donde plantaban flores.
Años después y luego de tantos sucesos pasados que nos removieran y nos cambiaran, aparecieron algunas "caras extrañas": el más raro tal vez haya sido Julio Ricci -que no sólo nunca fue un "filósofo" sino que era de una extraña raza de seres que acceden a la literatura sin tener la más remota idea de nada que no tenga un sentido económico y que sin embargo debe haber sido el que pubicó más libros de los que concurríamos a la mesa del Mincho.
Si de enumeraciones se trata, a veces recalaba Becho, el del violín de Zitarrosa, algunas veces vino -cuando las tenidas se prolongaban mucho, en la madrugada, el viejo Puig, padre del poeta y del periodista y todo un personaje él mismo.
Fueron muchos los años que pasaron para llegar a Ricardo Prieto, por ejemplo. Y la poeta había recalado alguna vez porque Ruben Yacovsky había publicado su "Historial de la Violetas" en la colección de Aquí Poesía, que Ruben dirigía en una labor que tenía mucho de compromiso político pero que acertara con varios autores.
Como dicen afuera, esto pa´chorizo es largo. Si te interesa puedo acercarte muchos más datos de los que pasaron por esas mesas del Mincho Bar.916045

Lourdes Núñez Urruti dijo...

Ruben me gustaría que me pudieras ampliar más sobre esto que contás... Me sigue interesando muchísimo la historia del Mincho y poder rescatarla.

Escribime al siguiente correo: lourdes.montevidiensis@gmail.com