viernes, 4 de junio de 2010

“Dos generaciones menos… dos generaciones más”

Crónica y vivencias luego de la Marcha del Silencio

Hoy es jueves mi la jornada fue larga, mi pensamiento se concentraba entre las ganas de llegar a casa, cocinarme algo y preparar el taller de mañana.

En ese momento llega una de mis compas de convivencia a conversar y en eso nos dice que “respetemos que se está cantando el Himno Nacional”, en seguida se escucha un aplauso cerrado…

En eso viene a mi mente que hoy es el día de la Marcha del Silencio.

Una de mis compañeras de apartamento dice que no le gusta ir sola a las marchas y la otra propone que vayamos. Acepto la propuesta.

Salimos de casa para la Plaza Cagancha y había gente que volvía en el sentido contrario –hacia la Intendencia-.

Me encuentro entre la gente y camino observando cómo la gente conversa, se saluda y comienza a conversar.

Al tiempo una de mis compas buscaba a su novio y un amigo y otra compa la sigue, yo decido quedarme a observar a la gente, quería llevarme algo de ese momento en mi memoria.

Mientras nos acercábamos a la plaza pasó por mi mente el pensamiento:

¿qué estaba haciendo cenando en casa, si cuando vivía a una hora del centro estaba en la marcha o de no poder estar? Y sino iba me sentía terriblemente triste de no compartir ese momento con la gente que marcha en silencio por memoria y justicia.

En esos minutos observo en silencio los volantes y las velas que se prendieron al pie de la Libertad y trato de encontrar en mi interior un sentimiento que me aproxime a lo vivido en esta plaza hace unos instantes….

30 años después de esas terribles dictaduras latinoamericanas que arrasaron con los sueños de jóvenes estudiantes, de trabajadores organizados que quisieron construir alternativas a este sistema económico y de vida que con el paso de las décadas nos ha hecho cada vez más individualistas, aún se sigue marchando en nuestros países por esta reivindicación humana fundamental.

A medida que me acercaba a la estatua de la Libertad (que siento de un significado y belleza especiales) –que tantas controversias y debates en los diarios montevideanos de comienzos de S XX provocó- para poder llevarme alguna imagen o sensación de ese momento, veo a unas estudiantes con una cámara de video filmando a un señor con un ejemplar del diario El Día que anunciaba que habían secuestrado a Zelmar Michelini y Gutierrez Ruiz en Buenos Aires.

Estas jóvenes que observé y deduje que eran estudiantes se alejaron del hombre rumbo a realizar otras imágenes en el lugar.

En eso intento acercarme a ese hombre de tez mestiza y de mediana edad, vestido modestamente con un jean y una camisa celeste, que luego de esa breve filmación sale en dirección contraria de la que yo estaba y lo pierdo entre la gente, que ya se iba dispersando.

Qué macana –pensé- me hubiera encantado que me leyera el diario y hacerle preguntas.

Cómo me lo perdí.

Me generó mucha curiosidad su imagen sosteniendo el diario y su actitud –que no era de dolencia- sino de orgullo.


En el momento en que estoy a punto de dejar la plaza, me lo cruzo y ahí si le pregunto si puede contarme cómo consiguió el diario y si me puede leer algo de la noticia.

Se vio sorprendido por mi pedido aunque de muy buena manera nos pusimos a conversar mientras unos extranjeros y un fotógrafo veterano nos observaban y escuchaban.

Comenzó a relatarme los acontecimientos previos al secuestro de Zelmar y Gutierrez Ruiz y a su vez explicándome la historia –pensando quizás que la ignoraba-: cómo se trató de encubrir en la época además de la muerte de estos dos líderes políticos relevantes (Zelmar Michelini. Carismático y comprometido líder del nacido Frente Amplio en el ’71 y Gutierrez Ruiz abogado del Partido Nacional comprometido con la realidad nacional y denunciando los abusos del gobierno que ya perseguía y secuestraba mucho antes del golpe de Estado del ‘73).

Al tiempo que continúa mencionando fechas y acontecimientos, se sorprende por mis comentarios y me decía: ah, te sabés la historia… parece que la hubieras vivido. Ríe.

El hombre seguía con el diario en la mano que en el transcurso de la conversación, pasó a ser un objeto que permitió que nos acercáramos. Una excusa para dialogar.


- ¿Y vos qué hacías en esa época? ¿Eras estudiante?

- Sí. Era estudiante. Tenía 30 años, iba al IAVA y militaba en el gremio.

En esa etapa estudiantes y trabajadores estábamos muy unidos.

Ahí me comenta que existen muchas diferencias entre ese pasado y el presente me comenta, hoy es muy triste ver a los compañeros (del Frente Amplio, la izquierda uruguaya) peleando por cargos.

Continúa la conversación y el entusiasmo del relato.

Ahora sí quiero llegar a situarme en esa época a través de su historia, de cómo la vivió la sintió un joven estudiante organizado de 30 años –casi la misma edad que tengo yo hoy-. Y continúo pidiéndole que me de más pistas.

En eso miro y unos metros más adelante está Rafael Michelini hablando con la prensa y me viene un flash de qué necesario es que este tipo de historias de vida salgan a la luz, se conozcan, se lean. Pienso que en ese anonimato han estado muchos uruguayos, ciudadanos y ciudadanas, hombres y mujeres que eligieron –otras veces no tuvieron la chance de hacer otra cosa- quedarse en el país pese a lo duro de la represión. Y que resistieron.

En eso me cuenta que recuerda cuando imprimían a mimeógrafo la información que debía llegar a los diferentes gremios o sindicatos.

-¿Querés que te cuente algo más?

- Recuerdo viajar en el día a Buenos Aires en el Vapor de la Carrera para traerle información a los compañeros. Me fui a encontrar en el Hotel Royal de la calle Corrientes con Erro –quizás lo conozcas de nombre, vos que leíste- que me dibuja en una servilleta un mensaje que debo llevar al gremio y que ahí irá a F.U.N.S.A (uno de los sindicatos de trabajadores más fuerte) y al gremio de la Salud.

Ahí me menciona a otra militante muy conocida en la época, ella me da una servilleta que yo debo guardar en mi zapato.

Lo que decía la servilleta era que lo que se estaba viviendo en Uruguay era parte de un plan estratégico venido de los Estados Unidos con la intención de no permitir que surgieran cuestionamientos ni alternativas al sistema económico y político que querían imponer en Latinoamérica. Nada más y nada menos lo que posteriormente se denominaría el Plan Cóndor. Erro no estaba equivocado y tuvo la visión junto con Zelmar de poder dimensionar y vincular acontecimientos que aparentemente estaban desunidos y que más tarde o más temprano en Uruguay, Argentina y Chile arrasaron con los gérmenes de cambio y transformación.


Le comento que escuché discursos de Zelmar y que era un político de excepción… que he llorado escuchándolos… que me emocionan. Pienso en la valía y la convicción de tantos y que es por esta razón fue que se cortaron esos procesos de raíz y que eso fue terrible para nosotros y el continente.

Eso también se relaciona con el individualismo extremo en el que vivimos y en donde prima el valor de lo material. Realidad con la que nos enfrentamos día a día: los que tienen muchísimo frente a los que no acceden a casi nada… La brecha que se agranda….

Él con su entusiasmo de transmitirme lo vivido me hace volver a los setenta.

- En ese momento yo iba a pantalones Oxford y zapatos de plataforma –lo que se usaba en la época-

- Lo que usaba mi papá. Lo vi en las fotos.

Le digo que me hubiera gustado nacer en esa época –nací en la época equivocada- hoy somos mucho más individualistas en esa época había una conciencia colectiva que hoy sólo ciertas organizaciones o movimientos poseen.

El hombre mi mira y hace un silencio.

Prosigue la charla.

- Sabés que yo en esa época tenía una hija de meses y dejar todo por estar convencido no es fácil. Hoy la miro que tiene 35 años y hubo cosas que me perdí.

Sus mirada queda vidriada y la mía también. Pienso a cuántos les habrá pasado algo similar… los y las presos y presas, los exiliados y exiliadas.

Le agradezco profundamente la posibilidad de ponerse en su lugar y que haya compartido parte de su historia conmigo.

También le digo que es un muy buen narrador y que la intuición no me falló, por eso me acerqué a él buscando algo….

Y encontré muchísimo más de lo que esperaba.

Me encontré con un hombre como tantos de su época: estudiante y trabajador comprometido que participaba y soñaba con un mundo mejor para todos y todas.

Hoy mucha agua ha corrido bajo este río pero le digo, los valores fundamentales que nos inspiran son los mismos: justicia, libertad… la ética, el compromiso con la realidad.

Le digo, también, que cuando llegue a mi casa me voy a sentar a describir esto que viví.

Ahí me entero que tiene 57 años, es albañil pero tuvo el sueño de ser periodista y escribir. Linda coincidencia. ¿Pero existen? Creo que no. Fue un momento de aprendizaje.

Me voy de la Plaza Libertad: llena, conmovida y con esta historia para contar.

Tengo que decirte, Luis que no fue en vano tu compromiso: esa semilla de esperanza renace con nosotros, nosotras, generaciones que aún continuamos creyendo en que el CAMBIO aún hoy es POSIBLE y NECESARIO.

Hermosa vivencia. Ambos nos fuimos con la alegría de habernos encontrado y contado.

Gracias!

Montevideo, 21 de mayo de 2010


miércoles, 5 de marzo de 2008

VISITA A LA CIUDAD SAGRADA DE QUILMES

CRÓNICA SOBRE VISITA A RUINAS DE QUILMES, TUCUMÁN, ARGENTINA
GESTIONADA DESDE ENERO PASADO POR DESCENDIENTES DE PUEBLOS ORIGINARIOS
Febrero de 2008


Este lugar guarda muchos secretos e historias. Para llegar a las Ruinas de Quilmes me tomo con un amigo un colectivo que nos deja en la ruta. Ahí nos espera un hombre con una camioneta muy vieja que nos lleva por dos pesos argentinos a las puertas de las ruinas donde se abre el paisaje y la majestuosidad del lugar ante nuestros ojos.

La belleza de estos cerros que se recortan en un cielo celeste nos hace sentir diminutos, insignificantes frente al poder de la naturaleza. Vemos cientos de cardones (cactus) que se extienden y se pierden a lo lejos. El silencio nos invade por unos segundos. Tomo aire. Me siento feliz y privilegiada en estar en este lugar, mientras a nuestras espaldas algunas personas se toman unas fotos y se marchan. Nosotros recién comenzamos a asombrarnos y deslumbrarnos. Belleza por este descubrimiento y el horror que la historia de la conquista dejó a su paso.


Cardones como guardianes

Miles de cardones en los sitios arqueológicos, cercanos a las viviendas, simbolizan los Quilmes que aún hoy custodian ese lugar.

Este sitio fue llamado Pucará o fortaleza
Poseía diversos puestos de vigilancia o miradores, donde se poseía el dominio visual de todo el lugar. Se comunicaban con el sonido de instrumentos como quenas.
Los mensajeros eran denominados Chasqui.
Lo que dice la historia reciente

En 1977 se realizó la reconstrucción de un 15 % de lo que hoy conocemos como las Ruinas de Quilmes, llevada adelante por el arqueólogo Ambrosetti.
En 1987 se declaró Patrimonio de la Humanidad este territorio.
Estas ruinas aún conservan y guardan mucho conocimiento e información sobre los pueblos que habitaron estas tierras antes que los españoles arrasaran con su legado.

El hombre y la gestión de la discordia

Desde 1992 el Estado argentino cedió a un privado la gestión de este sitio arqueológico, que incluían las ruinas, museo y un hotel a las puertas de las ruinas. Pero este señor (que hoy gestiona un Museo en Amaicha), convirtió este sitio puramente en un negocio y esto desembocó en el descontento de los habitantes de ese lugar que han crecido en esta tierra -aunque no son descendientes directos de los Quilmes- luchan por resguardar ese amor y respeto por este lugar que construyeron y quisieron sus ancestros.

El predio del hotel continúa hoy en litigio judicial así como el museo a los que está prohibido el acceso.

Es así como el 13 de diciembre de 2007 se ha expulsado a este señor de este territorio vendido a los terratenientes.

El 9 de enero de 2008 las 14 comunidades de base que están respaldando a la comunidad india Quilmes, ha tomado simbólicamente este lugar y ha empezado a gestionar de otro modo este sitio arqueológico. Tal y como este paso de luchas, sacrificio y amor a la tierra, a la Pachamama, así lo merecen.

Para llegar a toma simbólica de este lugar se ha demorado 45 días de corte de ruta.
No ha sido nada fácil el camino para los Quilmes ni antes ni ahora.
La diferencia se siente cuando uno llega: no impera el negocio sino el respeto y el conocimiento de este lugar que todavía no está totalmente reconstruido. Resta mucho por conocer de este sitio y de lo que generaban los Quilmes.

EN LAS PUERTAS DE LA CIUDAD SAGRADA DE QUILMES

En la entrada de las ruinas se agrupan mujeres y hombres esperando a los turistas que deseen una visita guiada, como nosotros, que esperamos que se nos asigne un guía. Nos toca en suerte un hombre joven, muy risueño que se pone en marcha con nosotros para comenzar la visita.

Hoy Antonio es nuestro guía y lo hace con mucho orgullo y alegría. En cuanto llegamos se abre ante nosotros un paisaje de excepción, nos sentimos atrapados por este lugar y su gente.

Antonio, guía de excepción





Antonio nos muestra el lugar donde los Quilmas almacenaban sus alimentos
para el invierno
Los alimentos eran almacenados en silos, en graneros conectados con las viviendas.
Los animales que transportaban el agua eran fundamentalmente las llamas.

Un guía con vocación

Antonio es de piel cobriza, no supera los treinta y cinco años. Parte del conocimiento de sus ancestros lo vuelca en estas guias para relatar la destrucción y el saqueo que sufrió su pueblo, pero también para dejarnos claro que están mirando hacia delante, están organizados, tienen planes y sobre todo esperanza en conservar la gestión de este lugar y mejorar su calidad de vida.


Hace veinte días que comenzó su labor como guía en las Ruinas de Quilmes. Sonríe y continuamos ascendiendo por este pucará.
Un sueño cumplido para Antonio, luego de recibir los conocimientos de sus ancestros por parte de sus abuelos, luego de haber trabajado en Taif del Valle o Amaicha como mozo, tratando de acercar a la gente algo del legado de su pueblo. Pero siempre lo hizo fuera de este valle.





Sistema de riego

Los Quilmes trabajaban la tierra en parcelas con un sistema de riego donde los canales eran los que permitían desde un solo lugar poder llegar a regar un campo entero. Un sistema de riego en base a esos laberintos donde se canalizaba el agua.

Pájaro que abre sus alas y nos cubre

Comenzamos la visita en la parte baja de la ciudad. Antonio nos comienza a hablar del modo en qué los Quilmes construían sus viviendas.
Las contemplamos: tienen paredes anchas, con entradas con forma de laberintos, eran semisubterráneas, lo que permitía conversar la temperatura ambiente.

Antonio puede ver nuestro interés y ansiedad al preguntar. También vemos que Antonio está nervioso (supongo por el brillo en sus ojos que cada grupo significa un desafío para él y para su grupo), pero a lo largo de la visita sus palabras y presencia crecen. Es como un pájaro que poco a poco comienza a mostrar sus habilidades para volar y compartir su sabiduría que viene de más atrás, de sus abuelos.


Una anécdota

Siempre le gustó complementar su trabajo con algunas lecturas, pero muchas veces los libros no contaban lo que él sabía...
Uno de esos días que llegaban un grupo de turistas varones a las Ruinas, a Antonio le tocó en suerte guiarlos. La visita transcurrió sin sobresaltos, hasta llegar a los miradores, donde por lo general culmina la visita guiada, allí los visitantes pueden quedarse un rato o hacer las preguntas que no hayan hecho en el transcurso del recorrido.

Cuando culminó la visita, ese grupo de hombres le dijo a Antonio que eran profesores de Historia. Su sorpresa aumentó por el respeto y la escucha que le brindaron, comprobó que su saber era sumamente válido y hasta lo invitaron a dar una charla en Buenos Aires en alguno de los colegios donde ellos dan sus clases.

Lucharon hasta el final

Los Quilmes fueron el último pueblo en ceder a la conquista española. Batalla que duró 130 años.

Memoria marcada por el dolor y la explotación
“Cinco siglos igual”

“La nación de Haguita-Calchaqui estaba conformada por 40 pueblos que hablaban diferentes dialectos para transmitir su conocimiento. No poseían escritura, por lo que la oralidad era la base de esta transmisión.
Mil indios Quilmes fueron llevados a Quilmes, Buenos Aires, como esclavos.
En 1716 algunos Quilmes volvieron a trabajar sus tierras a condición de salvar su vida en beneficio de los terratenientes.
El Cacique Martin I Quin tuvo que elegir salvar la vida de su pueblo, de los 800 hombres que quedaban que volvían de Tucumán, Salta y Catamarca.
1812 Muere el último indio Quilmes en Quilmes, Buenos Aires, conjuntamente con la desaparición de su lengua madre.
Nos cuenta, Antonio que “luchaban en la parte baja de la ciudad, donde estaban los cultivos”. “Los españoles lograron dominarlos cuando se apoderaron de sus cultivos y de su circuito de agua, obligándolos a bajar”, sentencia nuestro guía cuando llegamos a uno de los miradores. Los sitiaron.
Y nos relata “cuando los tomaron prisioneros Juan Chelemín era su Cacique fue descuartizado en Buenos Aires como escarmiento para que no se rebelaran”.
Según Antonio fue en Cachi que les advirtieron a los españoles de este asentamiento. “Allí aliaron a algunos pueblos cercanos para invadir a los Quilmes”.

Sus creencias, organización social y costumbres

Los Quilmes conformaban una población entre ocho y diez mil; su división política estaba dada la existencia de un cacique y su grupo de custodia, un grupo de ancianos y un chaman”.Que según nuestro guía, sería una especie de “profeta” para los occidentales y cristianos.

Los mayores enseñaban y preparaban a los más pequeños en los centros de recreación.
Para los Quilmes los trabajos eran concebimos como comunitarios tanto la agricultura, la arquitectura así como en tallado en piedra, madera o hueso era tarea compartida por hombres y mujeres.


Mujeres en la molienda y la confección de flechas

Pero a las mujeres se les asignaban dos tareas específicas: la molienda y la realización tanto de las flechas de caza como las de defensa. La fecha de caza era realizada con cuarzo, que era considerado como un mineral puro que no permitía que se contaminara la presa, en tanto la flecha de defensa era de turbolina, una piedra negra.


La ciudad

En la cima del cerro vivían los criadores de los animales, que sostenían el trueque o cambalache por productos que se cosechaban en la parte baja de esta ciudad.

En la parte más alta estaba el Cacique, donde había una treintena de viviendas.

En la parte baja de la ciudad vivían los agricultores y agroalfaeros.



Una de las formas de demostrar un respeto hacia la Pachamama es colocando
una piedra en un cruce de caminos

La Pachamama: “Una anciana que toca la caja”
Los Quilmes creían en la vida después de la muerte.
Enterraban a sus muertos en cementerios pero también se han encontrado tumbas dentro de las viviendas. Los cementerios aún no están reconstruidos. Resta mucho por saber de este pueblo todavía.

Con la conquista española empezaron a convivir y a mezclarse las ofrendas a la Pachamama, “esa abuela que toca la caja”, según nos relata Antonio “es una anciana que vive tocando la caja en distintos lugares de los cerros” “Sus sonidos se distinguen en esa soledad del paisaje. Es el sonido de esa caja que puede escucharse a lo lejos”. Para eso se realiza en los cruces de caminos mediante una piedra se le demuestra el respeto a la Pachamama. También se le realizan diversas ofrendas como: cigarrillos, hojas de coca, bebidas y se le pide buena cosecha y poder encontrar a los animales.

Esto se mezcla con las creencias traídas por los jesuitas a este rincón del mundo, que conserva aún mucha magia y conocimiento para ofrecer a los hombres y mujeres que deseen acercarse a él y descubrir parte de sus secretos.
Pueblo humilde y sabio, raíz de estas diversas comunidades que crecieron en este sitio y a las que tanto se castigó sin ningún motivo más que la codicia y la ambición de los hombres.

martes, 4 de marzo de 2008

"FOTOS CON MEMORIA Y COMPROMISO" Charla con Aurelio González

Este es el resultado de una emocionante charla mantenida con el fotógrafo Aurelio González, 11 de diciembre de 2007 en las escalinatas del Teatro Solís una noche ventosa de primavera, cuando lo crucé por la calle Buenos Aires. Salimos de nuestro apuro y nos pusimos a conversar.
Su sencillez en la apariencia y en la mirada, no me dejaron duda alguna de sus palabras, de su compromiso y de su entrega en ese oficio que abrazó desde muy joven en un país con calles teñidas de manifestaciones, convulsionado por sucesos locales y mundiales. Aurelio es testigo de esa época y sus fotos hoy parte de esa memoria silenciada.

Entre enero y marzo de 2006 fue hallado el archivo fotográfico del diario El Popular que había sido escondido en 1973, ante la inminencia del golpe de Estado en nuestro país. Aurelio González era el Jefe de Fotografía del diario y desde entonces lo cedió en custodia al CMDF. Hasta el momento han sido documentadas 4.400 fotografías sobre las 48.626 que componen la totalidad de este fondo. Con la finalidad de hacer público este hallazgo se realizó una selección de las fotografías de este diario
–especialmente de los convulsionados años sesenta- que como dice Aurelio son “nuestras fotos”.

- Aurelio, hablame de la última muestra de las fotografías del diario “El Popular”, que se realizó en el atrio de la IMM.
“Yo no había visto las fotos que los compañeros del Centro Municipal de Fotografía habían seleccionado para la exposición. Lo hicieron con un criterio muy profesional, además no sólo se trataba de las fotografías sino del trabajo que ellos hacen para recuperar esos negativos”. La exposición era sobre el diario El Popular . Yo no sabía lo que habían elegido y un día antes de la exposición, Daniel Sosa que es el Jefe del CMF, me dice: - Vamos hasta arriba que está colgando algunas fotos”.
“Cuando vi las fotos –porque las hicieron en un tamaño adecuado y además porque las leyendas allí expuestas eran brillantes- me quedé asombrado (…) ¡cuando vi esas fotos de hace tantos años, que no solamente las saqué yo, hay otros compañeros que han sacado! ¡Me acordaba de todo… hasta de palabras! Me acuerdo que nosotros decíamos en el diario “Necesitamos más periodistas y más recursos” y un diario contra de por ahí salía diciendo “Sí, lo que ustedes necesitan son más periodistas”.

Mauricio Rosencof –entre otros de su generación- fue uno de los periodistas y fundadores del diario “El Popular”.

“Cuando vi esa foto de los peones de tambo, porque hice la primer marcha de los peones rurales que fue allá por el ’57 (…) la gente venía de Isla Mala, de San José (…), pero nos juntábamos todos en la ciudad de Santa Lucía y vinimos caminando a Montevideo”.

“Y ahí me encuentro esos peones de tambo con un letrero hecho a mano “Primer Congreso de los Peones de Tambo”–con esa humildad propia de la gente del interior-, me llegó al alma; cuando veo esa viejita con una botella de leche CONAPROLE
–cuando faltó la leche en un tiempo- y con su pañuelito…y observo la Plaza Libertad llena de gases y la policía garrote en mano viendo a qué enemigo golpear”…



El diario El Popular vio luz por primera vez el 1/02/1957 y se vio acorralado por sucesivas clausuras el 26 de octubre de 1976. En esta primera época El Popular fue diario en formato sábana (con mucha letra, como los diarios de antes); posteriormente sus ediciones tomaron color y la definición y calidad fotográfica fueron evolucionando junto con la publicación.

“De yapa, el documental”

- ¿Y del documental qué me decís?
“Y después el documental de cuando nosotros logramos entrar al edificio Lapido, cuando encontramos los negativos y los tuvimos que sacar de ese ducto”.

“Cuando aparecen los negativos allí estoy yo, maravillado viéndolos y digo unas palabrotas: - ¡Qué lo parió!”

Aurelio se refiere al documental “Al pie del Árbol Blanco” que narra cómo se hallaron y recuperaron esos cientos de negativos sellados por la humedad, pero que el tiempo no doblegó.

Un círculo que se cierra

“Entiendo que son pocos los seres humanos que han tenido esa dicha. Soy uno de los pocos que ha tenido ese privilegio en el Uruguay. No por ser mérito mío sino porque así se dieron las cosas, así rodó la vida, las circunstancias. No hay muchos ejemplos en el mundo de negativos de una historia escondida y recuperados después de muchos años y además, recuperarlos en buen estado”.

“Pero recuperarlos en un momento muy especial: cuando aparece el primer desaparecido, Chávez Sosa en Pando, al otro día aparecen los negativos”.

“Ayer me hicieron una nota en el Semanario Crónica y me preguntaban: - ¿Qué sentiste?. ¿Cuál fue la foto que más te impactó?”. Y yo les contesté: -Sentí muchas cosas… En un primer momento era la primera foto, pero iba pasando el rollo y era la otra (…). Eran un montón de impactos.

Es maravilloso porque siento que es como un círculo que se cerró. ¡Ahora puedo morirme! (se ríe). Y se desdice ¡ahora no puedo morirme!

- En un momento en que Uruguay y en América Latina la realidad ofrecía muchísimos acontecimientos, materia prima…
-
“¡Lo que tú decís parece que hubieses nacido en mi época y sos una chiquilina!”

“Moría el viejo Uruguay”

Fueron años muy especiales, tiempos en que moría el viejo Uruguay: el Uruguay de la abundancia, del bienestar, del final de la Guerra Mundial, de la Guerra de Corea.
Ese Uruguay moría y nacía el de la primera carta de intención con el Fondo Monetario Internacional, cuando se empezó a deteriorar la vida en el país. Saltó el dólar, los salarios se deterioraron y en función de eso había luchas y los gobiernos trataban de que no se produjeran, pero reprimiendo. Hubo mucha lucha por el presupuesto de la Universidad y por el salario de las familias. Y todo eso está reflejado en fotos.

En una de sus páginas del último mes de su edición encontramos en una de sus páginas un recuadro con palabras de un discurso de Líber Seregni –irreconocible por su lozanía para las nuevas generaciones acostumbradas a otra imagen-, pronunciado en Paysandú el 28 de mayo de 1972: “Es con esa fuerza de nuestra razón, con la seguridad y la firmeza de nuestras ideas que enfrentaremos el presente y el futuro, porque estamos convencidos que sólo el pueblo organizado democráticamente es el protagonista de la historia”.

“¿Un tipo de suerte?”

- El fotógrafo, entonces, ¿es un testigo privilegiado de esos acontecimientos?
“El fotógrafo es un tipo de suerte. Por ejemplo, nosotros en tiempo de dictadura manifestábamos, salíamos a las fábricas a sacar fotos, pero también a explicarles qué estaba pasando”.
“En la concentración, en la manifestación del 9 de julio del ’73 que fue la culminación de esas ocupaciones, yo estaba manifestando pero tenía la ventaja de estar sacando fotos”. Había mucha entrega”.

“Ayer me preguntaban en una entrevista: - ¿Tenías miedo?”. “- Hay cosas que son más fuetes que eso. Miedo tenemos naturalmente. Pero cuando salías era más fuerte la convicción de estar allí, de fotografiar. Tengo que ir a la fábrica y hacerlo, era superior al miedo”.

- ¿Cómo conviven las utopías en este momento en que el mundo ha cambiado tanto?
“Es verdad. El mundo ha cambiado. Pero con la muestra que se inauguró el 10 de marzo de 2006 –era el cumpleaños de Zitarrosa y no lo sabíamos, fue una linda casualidad- comencé a recorrer el interior, porque me invitaban.”
“La gente no podía creer que después de treinta y tantos años hubiera escondido esas fotos y las hubiese recuperado”. “La gente festeja eso”. “Había muchos jóvenes que se emocionaban (…), muchos de esos jóvenes van al Pilsen Rock y me parece bárbaro…”

La muestra estuvo en la Universidad de Salto con más de 200 jóvenes en el auditorio, donde se contaba la historia de esos negativos. También en la Facultad de Psicología o en el Instituto de Educación Física, entre otros lugares.

Horizonte borroso

“Vivimos otra época. Nuestra generación tenía una meta. Teníamos el ejemplo de la revolución cubana que había luchado contra una dictadura feroz y se había enfrentado y se seguía enfrentando al imperio”. “Para nosotros era un ejemplo y nos daba ese aliento. Luego vino la guerra de Vietnam, donde ese pueblo sin industrias se enfrentó al sistema más poderoso del mundo y lo venció”.

“Han pasado dictaduras además la sociedad de consumo, donde esas cosas entran a tu casa sin pedirte permiso (…), los jóvenes se encuentran que no son protagonistas. Entonces, se retraen. Aparece algo feroz como es la droga y los jóvenes no saben bien qué camino agarrar”.
- En un mundo donde las cosas no están tan claras como antes…

“Hoy imaginate que si el Uruguay no se aferra al comercio con Malasia…. no podemos sobrevivir.”
- Y el exilio, hoy, es económico…

“Te vas con un drama terrible… los padres que se quedan y se va el hijo… -acá o en cualquier país- se va un pedazo tuyo, se va lejos y se desprende de un montón de cosas”.

“La globalización, que se le dice, el capital se ha metido, acapara todo y unas pocas multinacionales son mucho más poderosas que muchos estados juntos”.
- Entonces, ¿cómo defender las utopías?

“Yo siempre luché por el socialismo. El socialismo de la Unión Soviética fracasó, cayó, tenía defectos. Pero así todo, creo que el camino es el socialismo, porque hoy vivimos en un mundo donde vamos detrás del peso y por el dinero somos capaces (…), por ejemplo, en este lío que tenemos por las pasteras con Argentina (…) que si el río se deteriora. (…) Y pescaremos el último atún y todo por el dinero”.

- ¿Querés agregar algo más sobre tus fotografías?

“¡No son tan mías!”. “Vengo de la Casa del Inmigrante que queda en la calle Reconquista y hablando les comenté las fotos que había dado para una película cien fotografías; y me preguntan: - ¿No cobraste nada?, mientras hay diarios que las venden a 50 o 60 dólares.”
“Me vienen a pedir y siempre las he dado”. “No he cobrado ni un peso. No lo necesito”.

“Estas fotos son nuestras. Pongo este ejemplo –que no sé si está bien puesto-: cualquiera canta por ahí las canciones de los Olimareños o de Zitarrosa y no paga nada por ello. Porque se ha hecho nuestro”.

- Pero ¿algo especial tienen esas fotos?
“Sí, son fotos de una época. Además, nuestro diario si algo tenía distinto a los otros era que nos importaba qué pasaba en las barriadas humildes, en las fábricas, en los lugares donde no tenían voz”.
“Sabían que tenían tu voto cada cinco años, pero no tenías derecho a decir, a contar lo que te pasaba. Nosotros le dábamos voz a esa gente: les relatábamos sus miserias y también sus alegrías –si las había-”.

“Un país que lo ha hecho su gente”

“Entonces, lo que tienen esas fotos que las hacen distintas a otras es porque tienen mucha lucha, mucha movilización”. “Porque este país – yo no digo que no haya tenido dirigentes políticos importantes-, pero por sobre todas las cosas lo que este país siempre ha tenido es su gente: gente con claridad, que salió a luchar, a reclamar sus derechos”.

“Y cuando tú ves esas fotos y te encontrás con esas movilizaciones por los barrios (…), por Veracierto que estaba lleno de fábricas textiles, o por el Palacio Legislativo con una manifestación con carteles de los judiciales y los universitarios, junto con los hombres de la construcción y los frigoríficos (…)”.

“Un camino para llegar”

“Por eso te digo que este gobierno lo hacen esos hombres y esas mujeres que abrieron este camino donde llegamos. No sé qué va a pasar con él (…)”.
“Hicieron ese camino para llegar –yo no digo que la nueva generación no lo hizo-, pero viene de atrás, pasó por toda esa lucha. Porque hubo algo antes (…)”.

Al encuentro de la memoria

- Aurelio: ¿Las fotos se parecen a la memoria?
Aurelio suelta una carcajada, mi mira y responde. “Lo que ocurre es que las fotos son memoria. Una memoria que la puedes tocar. Ese es el valor de nuestras fotos, que es nuestra historia”.
“Recuerdo que en la inauguración de la muestra del 2006, el Dr. Erlich en su intervención decía que esta historia tenía un parecido, una similitud con la historia de aquellos judíos polacos que los tenían en un campo de concentración. Y decían:
- Vamos a dejar algo escrito y escondido, que algún día alguien lo encontrará”.
“Allí escribieron sus últimas líneas, despidiéndose de sus familias y las enterraron”. “Hoy se encontraron”.
- ¿Es una forma de perdurar?
“Es una forma que te llegue la palabra de tu padre, de tu abuelo (…)”
“Y nosotros en ese lugar que la escondimos, allá arriba (…) desaparecieron porque hubo obras. Alguien haciendo la remodelación las encontró; ese hombre –yo no sé si por comodidad o por convicción política- pensó: -Esto no puede quedar aquí. Lo tiró a un ducto, y de allí arriba aparecieron en el subsuelo”.
“Cuando aparecieron y tuve la oportunidad de subir para ver dónde estaban y miré allá arriba y ví esos negativos entre escombros, cenizas y suciedad (…): ¡era como un Ave Fénix, ¿me entendés?. ¡Salía de todo eso!”
“Cuando ví la primer lata que sacamos oxidada y que dejé brillante como el metal: ¡qué orgullo!. Era algo mío que había sido capaz de resistir, de esconderse y luego de escondida cuando la atacó la humedad supo sellarla y aguantó”.


Lourdes Núñez, Montevideo, 11 de diciembre 2007

martes, 9 de octubre de 2007

CRÓNICA DE UN VENDEDOR EN DÍA LLUVIOSO

Muchas veces creo que las personas se acercan a mí por algún motivo mágico o misterioso, pero creo que hoy fue simplemente por desahogo o soledad.
Fue así que un hombre de unos 40 años, cargado de bolsos de todo tipo y tamaño se sentó a mi lado, en el fondo del ómnibus y comenzó a hablarme.

- ¡No sé puede creer lo que llueve! ¡Estoy todo mojado! ¡La verdad no sé ni para qué vine a armar el puesto, me hubiera quedado en mi casa!

Como podía me estaba contando el desastre que significó la lluvia para él como vendedor ambulante, como para tantos otros que se rebuscan así la vida.

Pasó la queja y me comentó que quería comprarse un celular de los baratos para saber cómo estaba su hija que “la habían internado en el hospital”.

Me dijo que hacía 40 años no se daban estas lluvias, porque era un ratito y salía el sol y que eso “lo han dicho los diarios y las noticias internacionales” (…) “lo de la atmósfera, lo de la capa de ozono”.

Después sacó un cartoncito con los datos por si sabía de algún trabajo, se podía leer en cursiva cómo este hombre se ganaba la vida:

“Feriante del BPS. Tomo objetos en desuso.
Carpintero. Solicito empleo o changas.
Teléfono de referencia de amistad o de años”…

A veces, una línea en cursiva alcanza para describir una vida. No supe su nombre, pero a veces creo que no tiene importancia saberlos. Con lo que ví y escuché me alcanzó para imaginarme cómo era su vida.

Me sentí idiota al preocuparme por tantas trivialidades que se sucedieron en mi jornada y la verdad me hizo recobrar la conciencia de que la vida está más allá de lo que uno pueda elucubrar dentro de 4 paredes.

Antes de que me bajara del ómnibus me preguntó: ¿usted cree en Dios? y me extendió un arrugado folleto celeste.

La vida está ahí afuera. Hay que salir a buscarla.



Lourdes Núñez
9 de octubre de 2007

jueves, 24 de mayo de 2007

LA LUZ DE LA MEMORIA

Nota publicada en el suplemento “La República de las Mujeres”, 13 de mayo de 2007

“RESISTIENDO CON LA LUZ DE LA MEMORIA”

Vecinas y vecinos, familiares y todas aquellas personas que
resistieron la dictadura en el barrio, buscan instalar un espacio
público en memoria de las ex presas políticas de Punta de Rieles.
Para concretarlo, vienen reuniéndose y sumando esfuerzos a partir de
Memorias para la Paz, un ámbito en el que coinciden personas de
diversa inserción social con las protagonistas de aquellas gesta.

LOURDES NÚÑEZ URRUTI

No viví los oscuros años de dictadura; era tan sólo una niña de cinco
años cuando volvimos a la democracia recuerdo la transmisión
televisiva de la asunción del mando como un suceso imborrable-.
Durante mi adolescencia no supe de la dimensión y la fractura social
que había provocado la dictadura en nuestra sociedad; sólo cuando
entré a la Universidad y empecé a preocuparme por leer otros libros
fue que pude acercarme al dolor desde la caída de Allende a la
propagación del Plan Cóndor por nuestro continente.
Es intención de esta nota contribuir a rescatar la memoria como
construcción desde la alegría y la resistencia y no siempre desde el
dolor, aunque no perdamos la capacidad de indignarnos, porque como
dice Eduardo Galeano, la alegría requiere más esfuerzo que la pena,
porque al fin y al cabo a la pena estamos acostumbrados.

VIDA EN COLECTIVO

Había días blancos, otros negros, por lo tanto había también algunos
grises, pero algunos se teñían de rojo, otros de amarillo. En esas
combinaciones hacíamos vida, en espacios que iban de una cucheta a la
otra y al espacio entre ellas. Si comparamos la cantidad de metros
cuadrados de los que disponíamos en proporción a la creatividad de
mecanismos de supervivencia, las reglas de la Matemática se caen a
pedazos (Š)
En la vida actual el individualismo es exacerbado, importa mucho lo
que se muestra. En nuestra convivencia el motor más fuerte fue la
solidaridad y nuestros objetivos no eran personales, era imperioso que
todas estuviéramos bien; si aparecía alguna flaqueza había que
trabajar para superarla, pero todas juntas (Š)
Con cuentos, con ideas, todo se hacía disfrutadle. En el
intercambio encontrábamos que la vida no se había detenido en el
momento en que nos bajaron las rejas.
(Relato de Graciela Nario (Paloma) en De la desmemoria al desolvido",
colección Memoria para Armar, noviembre 2002, Págs. 74 y 77)

MEMORIAL EN PUNTA DE RIELES

A 30 años de la dictadura y en tiempo de reparaciones, la iniciativa
de instalar un espacio público que recuerde las vivencias de ex presas
políticas y de sus familiares en una plazoleta ubicada en Ruta 8 y
Camino Guerra, pone de manifiesto el trabajo en conjunto desde hace
unos años de la Comisión de la Mujer y el Zonal 9 de Montevideo, la
organización no gubernamental Mujer Ahora y un grupo de ex presas
políticas nucleadas en el Taller Vivencias, conformando el espacio
Memorias para la Paz.
Ese era el punto de partida de las y los familiares para hacer el
camino hacia el Penal de Punta de Rieles, ubicado en la localidad
montevideana del mismo nombre.
El objetivo central del emprendimiento es contribuir a recuperar la
identidad de la Zona 9, incluyendo en el territorio la memoria de las
mujeres que lucharon y resistieron en dictadura, rescatando la
presencia del Penal en el barrio, resignificando en el entorno urbano
lo vivido allí.
Con la finalidad de concretar esta idea y de que se involucrara la
gente de la zona, el pasado 24 de marzo se realizó un taller con la
arquitecta Gabriela Duarte en el Teatro Punta de Rieles; frente a la
plazoleta elegida, un segundo encuentro tuvo lugar el 12 de mayo para
hacer una devolución de los aportes de las ex presas, el vecindario y
todas las personas que participan en la iniciativa.
Una de las propuestas que surgió fue colocar a lo largo del camino que
realizaron durante años los familiares de las presas, símbolos de
todas aquellas cosas o palabras prohibidas dentro del Penal, como
aurora, paloma, solidaridad, manos. También se sugirió cambiarle el
nombre.

UN PUÑADO DE VECINAS

El 8 de marzo, Día Internacional de la mujer, la integrante de la
Comuna Mujer de la Zona 9 Gladys Ferrúa, explicó durante la
conmemoración organizada por Amnistía Internacional en Maroñas:
"Hoy estamos luchando por un espacio en Punta de Rieles que reivindique la
memoria de todo lo que vivieron los vecinos, lo que vivieron los
familiares en este largo caminar de 2 kilómetros llevando sus bolsos
para ver a sus mujeres presas".
Ferrúa enfatizó que "los hombres, los ex presos han podido llegar al
registro de cuántos fueron los que estuvieron. No así las mujeres, eso
se les ha negado una y otra vez".
Otra de las iniciativas de Memorias para la Paz es convertir el Penal
de Punta de Rieles en un espacio de formación para la gente del barrio
y también para no olvidar.
Ferrúa dijo que "el Penal está a 2 kilómetros de la Ruta 8, hoy
alumbrados y asfaltados; (a las presas) las largaban a cualquier hora
y sin aviso previo a la familia. Los vecinos de la cooperativa
Covitrema eran lo más cercano al Penal en este momento. Las mujeres
hacían guardia esperando a las presas que salían y eran las primeras
en abrazarlas y darles el primer contacto con el exterior".
Durante una recorrida para realizar esta crónica, esta vecina nos
relató: "Había un almacén en la zona donde cuando llovía los
familiares podían dejar sus bolsos. Había gente solidaria a pesar de
que existía muchísimo miedo".
Gladys Ferrúa sostiene que "la historia se escribe según la mirada de
género y el rescatar este tema desde la Comisión de la Mujer de la
Zona 9, fue rescatar la memoria de las mujeres y la memoria de la
resistencia. De esa resistencia pacífica, tenaz, silenciosa de las
mujeres".

LA MEMORIA MENOS OSCURA

Graciela Nario (Paloma) también nos comentó que “se intentó rescatar la
parte menos oscura de esa memoria”. Entonces, cada vez que se juntaba
por algún motivo este grupo de mujeres que además habían sido presas
políticas, "volvían a recordar de forma casi natural" tejiendo esos
recuerdos. Hasta que se dieron cuenta de que "había llegado el momento
de construir la memoria para que no se fuera con ellas" y "cuando se
disparaban las conversaciones se grababan y con ello se fueron armando
las historias" –explicó Graciela-.

Paloma relató que "ella pensaba que era un barrio de milicos porque
estaban muy lejos de los vecinos, pero que con el tiempo se fueron
dando cuenta de que no era así".
En noviembre de 2003 se reencontraron en el salón Comunal de Covitrema
el vecindario y las ex presas de Punta de Rieles. Participaron jóvenes
de la cooperativa que eran niñas y niños en dictadura y que relataron
sus juegos, como veían el Penal, sus silencios.

También se precisó un dato: en tiempos de dictadura y siendo niña, la
arquitecta Duarte visitó a una tía en Punta de Rieles.
Paloma enfatizó que “cuando salió la gente le preguntaba cómo había
aguantado tanto tiempo”, y ella respondía: "lo más importante era la
vida y resistir al objetivo de destruirnos, apoyadas en nuestras ideas
y en los lazos tejidos en la vida cotidiana: compartiendo alegrías,
tristezas, horrores o rabias".

COVITREMA

"Era la única cooperativa de viviendas que había en el barrio a
principio de los ochenta, cuando la dictadura vivía su ocaso, desde
allí las mujeres de la cooperativa salían a recibir a las presas que
liberaban. Cuando los militares descubrieron que las largaban por acá
y las estaban esperando (cerca de un arroyo donde ponían un vallado
que cada vez iban desplazando más), las largaban por el otro camino,
por Cochabamba. Y las que en cada acto patrio ponían en el fondo de la
cooperativa (desde donde se ve el Penal) los parlantes muy fuertes con
el himno en las fechas patrias, pensando que iba a llegar a los oídos
de ellas. Como todo era más despoblado parecía más cercano el Penal".
Cuando en Navidad los vecinos de Covitrema tiraban las bengalas rojas
y por algún recovequito las presas lograban verlas, pensaban que "les
estaban tratando de decir algo". Y sí, les estaban tratando de decir
"estamos acá".
Miriam, una vecina de la cooperativa, contó que "ella no podía
disfrutar porque se sentía culpable al saber que había tanta gente
cerca y pasando tantas cosas".
El primer encuentro de las ex presas de Punta de Rieles con el
vecindario se realizó en noviembre de 2003 en el salón comunal de
Covitrema.

ESTRATEGIA PARA RESISTIR Y SOBREVIVIR

El pasado 8 de marzo también había brindado su testimonio Stella
Reyes, ex presa política, quien estuvo 9 años en el Penal de Punta de
Rieles.
´´Estas mujeres que resistieron en Punta de Rieles sufrieron y
lloraron mucho, pero también pudieron reír, festejar cumpleaños,
obsequiar algún objetito muy querido a una compañera que liberaban.
Compartir lecturas, hacer obras de teatro. En fin, sobrevivieron,
vivieron´´.

Stella relató "nosotras para defendernos de todos ellos
cantábamos, tocábamos la guitarra, hacíamos teatro, nos reíamos.
Festejábamos cumpleaños, observábamos a los vecinos desde algún
pequeño agujero. Teníamos diferencias: pertenecíamos a diferentes
grupos políticos, había mujeres de todos los estratos sociales ­de la
alta sociedad, de clase media, de clase baja-´´. No obstante, ´´no
existían las diferencias, las hacían ellos. A las mujeres de clase
alta las llevaban a la pajarera a limpiarla y con todos los pájaros
dentro no terminaban nunca. Volvían terriblemente humilladas".
Uno de los trabajos forzados que realizaron fue descrito así por
Stella: "arrastrábamos un rodillo gigante que tirábamos por las calles
como en la época de la prehistoria. Lo arrastrábamos entre muchas para
hacer la calle". Pero aclaró: “los trabajos forzados
siempre los hacíamos a desgano".
Reyes relató: "cuando la gente nos apoyaba y nos denunciaba desde
el exterior había momentos de calma. También cuando venía la Cruz Roja
y nos daban montones de libros ­que nunca antes nos habían dado-.
Cuando se iban, a los 15 días hacían la fogata en el campo, donde
veíamos con llanto que quemaran libros que no llegamos a leer".
EL ENCIERRO ADENTRO Y AFUERA

"Los que vivieron afuera también vivieron encerrados, y vivieron
encerrados los que vivieron en el exilio pensando en volver. Y las que
estábamos presas. No somos nosotros mí generación- sino los más
jóvenes los que van a construir, pero tenemos que contarles lo que
hemos pasado para que no vuelva a suceder nunca más".
En el Penal "habían tapiado las ventanas para que nosotras no
miráramos los movimientos. Muchas veces no pudimos ver nada. Muchas
veces sí, porque había personas que nos llevaban y se distraían o a
veces se dormían. Nosotras íbamos esposadas, no podíamos salir, pero
por alguna rendija mirábamos el vecindario, las calles, los árboles.
Cuando salíamos en los carromatos ­vehículos muy cerrados- por una
rendija veíamos a los vecinos, la ropa tendida. Para nosotras era muy
importante, era la vida, era una recompensa espiritual, que llevábamos
dentro´´.
"Un día yo volví con una condena de 12 años y mirar los árboles o las
calles o mirar a un vecino que estaba parado en la puerta, era algo
que a mí me decía "no vas a estar 12 años".
"Quiero recalcar porque fue lo que nos mantuvo vivas ahí adentro:
nosotras no sabíamos si íbamos a poder salir (pero)… pensábamos siempre
que sí".

PARA "NO EXACERBAR A LA TROPA"

"Mostrar el tobillo en el recreo era una forma de ´exacerbar a la
tropa que estaba en las torres y cerca de los alambrados, según los
militares de la época. Por ese motivo, era que les prohibían a las
reclusas colgar las prendas interiores al aire libre o, en el mejor de
los casos, tenderlas entre medio de toallas y otras prendas para que
quedaran cubiertas, lejos de las miradas de los que las custodiaban´".
Las celdas las compartían 12 mujeres, por tanto era imposible
colgarlas en el baño y pretender que se secaran. "Hasta llegaron a
comprar una secadora para las bombachas- recuerda Stella- para que no
las colgáramos afuera. Esa también era una forma de represión contra
la que luchábamos, buscando la forma de que no funcionara ese aparato
para tenderlas al sol, al aire libre".
En lo que fue una de sus últimas creaciones en cartel, Horacio
Buscaglia llevó esta anécdota ­ que también relata Ana María de Marco
(la chiquita) y está incluida en Memoria para Armar I y II, a las
tablas en el Teatro Circular.

LOS REPRESORES DE AYER

“Jorge (Pajarito) Silveira vivió con nosotros todo esto, se pasaba
allí adentro; a pesar de que en el careo que tuvimos dijo que cumplía
un horario de las 8 de la mañana a las 2 de la tarde”, relató Stella.

“Mientras Silveira me amenazaba con su mirada era igual que en los cuarteles,
igual que siempre: no me pegaba porque no podía, no me torturaba
porque no podía. Negaba la tortura como la negaron todos”, sentenció Reyes.
Silveira hacía recorridas por el barrio y creo que sabía dónde vivía
cada uno. Cuando salíamos a la calle él nos decía que eso no lo
íbamos a ver nunca más”, reveló Stella.

VOLVER A LA LIBERTAD Y AL BARRIO

Stella evoca con mucha emoción el día que la liberaron: “el día que me
soltaron caminé dos kilómetros a pie con mis padres que me fueron a buscar”.
“Los que cuentan que nos esperaban a la salida (las mujeres de
Covitrema) es real. Para las que nos quedábamos adentro, de alguna
manera nos hacían llegar que cuando habían salido habían sido
recibidas por el barrio”.
Reyes enfatizó “todo este barrio es el que tiene todo el dolor de nuestras compañeras
Muertas, las compañeras de trabajo forzado que murieron sin atención
médica. Murieron compañeras en los calabozos”.
“Para mí es un gran orgullo saber que a mi me dijeron que no iba a
volver nunca más acá y he vuelto. Salí”, finalizó Reyes.

Stella sobrevivió y vive en el Buceo. Cursó en el Instituto de
Profesores Artigas (IPA) luego de ser liberada y hoy es profesora de
Geografía en varios liceos de Montevideo.

lunes, 9 de abril de 2007

UN REY LLAMADO ALÍ

Por Lourdes Núñez
Relato sobre testimonio del fotógrafo Marcelo Ruiz


Esa mañana el viaje en metro transcurría rutinario e indolente.
En los vagones las clases se entremezclaban, pero las miradas acusadoras eran unidireccionales: de españoles a sudacas o cualquier otro no europeo.

Alí iba como todas las jornadas desde que había llegado a esa tierra, a trabajar en una obra en construcción.
A la hora pico en la estación que él subía no quedaban asientos, por lo que no había más remedio que ir parado.
De pronto, en el metálico vaivén del viaje, sintió una explosión y una ráfaga que sacudió el vagón y todos los cuerpos que albergaba: de españoles a sudacas, árabes y asiáticos.

Se miró y vio un panorama desolador y en el schock atinó a buscar su zapato rojo que había volado al otro lado de los hierros retorcidos. El vagón se abrió como una lata de sardina. Unos minutos después llegó la policía y luego de rescatar a blancos-europeos y latinos, atinaron a acusarlo del desastre y a golpearlo una y otra vez en el piso del vagón todavía humeante.
Él se defendió de los golpes y del dolor como pudo, hasta que reaccionaron y comprobaron que él no había puesto una de las bombas en la Estación de Atocha.


Alí es un árabe de piel café, pelo rizado y huesos flacos. Fue músico en su tierra animando fiestas hasta que el fanatismo y la violencia dejaron varios muertos en su familia, separando a los sobrevivientes por toda Europa.
Muchos niños y adolescentes huyen de sus casas, náufragos en tierras desconocidas cruzando fronteras asfixiándose en los camiones de carga y expuestos a todo con tal de dar otra dirección a sus vidas lejos del hambre y la guerra. Aunque en esas tierras les esperan “otras guerras”.

Recién llegado a España conservaba la esperanza de alejarse del dolor, sin saber qué destino le esperaba.
...
Alí vive desde hace dos años en una chabola que él mismo construyó en un gran parque de diversiones de Madrid.

Al costado del Estadio del “Atlethic” y del bullicio de las clases medias españolas, a un lado de una opulencia de un mega shopping donde sacian su sed de consumismo y en el medio de un gran parque de diversiones donde los grandes juegos y luces brindar un marco para sobrevivir y tener luz.

Este es su hogar desde el fatal atentado que le dejó sin una de sus piernas, condenándolo al rechazo de los patrones al verlo con su “pata de palo”.

Una vez, decidí acompañarlo a una obra para conseguir empleo y comprobé la desolación en su voz y en sus ojos, cuando le decían que “no había vacantes”. Ya no lo intentaría más.

- “Me alejé de la guerra que devora a mi pueblo, pero el precio de vivir en paz es la discriminación”.
- “Si España es una casa donde se nos recibe, se nos hace pagar cada céntimo de esa deuda con sangre, sudor y lágrimas”.
- Cierto día le pregunté“¿Qué sucede cuando uno se muere, Alí?”. Y él contestó con mucha naturalidad: ¡”Se muere”!

Este último tiempo me ha asombrado ver camino a mi trabajo, un enjambre de vecinos y perros en el medio de la calle en torno a las palabras de mi amigo Alí.

También en este último tiempo su chabola se ha poblado de algunos objetos, que le dan un afán de hogar que no he visto en otros sitios. En invierno hay que tomar algunas decisiones en cuanto al frío: o se escucha la radio, se prende la tevé o la estufa. Debo decir, que siempre predomina la tercera opción.

En su ronda diaria en procura de alimentos ante la opulencia de esta sociedad donde se descartan en los “restorantes” –en medio de patrones desquiciados por el dinero y latinos humillados- fue que lo conocí un mediodía.

Alí es el rey del parque...

Culminada una jornada provechosa y antes de subir una alta escalera rumbo a su casa, Alí reparte comida entre varios de los habitantes de la intemperie del parque –aunque no entiende por qué no aprovechan el espacio y construyen su propia chabola.

Hace unos años que somos amigos, compartimos charlas, comida y cervezas. Cuando me siento solo voy a visitar a Alí, encontrando consuelo a mis penas de ser un extraño en una sociedad que devora cuerpos, vidas y corazones.

Esta crónica es un homenaje a ese árabe y a su dignidad ante lo que le ha tocado en suerte en esta vida.

1 de abril de 2007

martes, 13 de marzo de 2007

TIJUANA: LA ÚLTIMA FRONTERA MEXICANA

Completamente inconsciente de lo que significaba un viaje y una estadía en la ciudad más al noroeste mexicano (frontera con EEUU), y de las connotaciones étnicas, sociales y políticas que implicaba, me embarqué en un viaje hasta ese punto en el mapa, totalmente desconocido para mí.

México representaba lo mítico para mí el legado indígena, pero al mismo tiempo demasiado lejano de nuestra formación “europeizante”.

Con pocas referencias, sin mapa y mucha ansiedad, esperé el día de la partida.

Luego de casi 36 horas de vuelo, y dos esperas agotadoras (en Buenos Aires y el Distrito Federal Mexicano): llegamos a la ciudad fronteriza de Tijuana.

En la última espera comencé a ver las desigualdades sociales en los actos más simples y cotidianos: un lustrabotas se situaba en un nivel inferior que al señor que se le sacaba brillo de sus zapatos, acomodado en una poltrona que parecía un trono.

Llegada a Tijuana

Era de madrugada cuando nos bajamos del último avión. Mojamos nuestros rostros somnolientos y con marcas de almohada, para tomar nuestras pertenencias y dirigirnos a MIGRACIÓN. Allí nos encontramos haciendo fila y de cara a unos hombres vestidos de verde y con cara de pocos amigos, infundiendo temor.

Luego de mirarnos fijamente y comprobar la autenticidad de nuestros documentos – sello mediante-, tomamos nuestras valijas y nos dirigimos a un hotel cercano a instalarnos.

Nos dividieron en dos grupos y cada uno marcho rumbo al alojamiento que le tocó en suerte.

En el hall del hotel todo era un caos y todos queríamos ir a dormir luego de tremenda travesía.

Me tocó en suerte el hotel “Corona Plaza”, edificio con un aire señorial pero con huellas de decadencia que sus funcionarios trataban de ocultar, vecino a la plaza de toros que le daba nombre. Espectáculo insólito para nosotros: salir al balcón y tener la sensación de poder tocar los restos de un pasado cercano.

TOMARSE UN TAXI EN TIJUANA
Fue una experiencia casi surrealista para mí, pues los taxis eran unos cadillacs rojos destartalados que iban levantando pasajeros por la ciudad y cada uno pagaba en función del recorrido que hacía –éstos taxis estaban por fuera de toda regla, pero circulaban cubriendo una necesidad real-.


Sentirse extranjera en Latinoamérica…

Cada vez que tomábamos un taxi para desplazarnos –era la forma de transporte más económica y rápida, aunque suene irónico por tratarse de autos casi de museo!- sentíamos las miradas acusadoras de la gente que viajaba -en las dos filas de asientos destinada a los pasajeros- a nuestro lado. Nos decían “güeros” a los de piel blanca, diferenciándonos de la cultura indígena y mestiza que predomina y que es fuertemente marginada social, económica y culturamente a través de todo Méjico.


Continuará…

COSAS POR DECIR