viernes, 4 de junio de 2010

“Dos generaciones menos… dos generaciones más”

Crónica y vivencias luego de la Marcha del Silencio

Hoy es jueves mi la jornada fue larga, mi pensamiento se concentraba entre las ganas de llegar a casa, cocinarme algo y preparar el taller de mañana.

En ese momento llega una de mis compas de convivencia a conversar y en eso nos dice que “respetemos que se está cantando el Himno Nacional”, en seguida se escucha un aplauso cerrado…

En eso viene a mi mente que hoy es el día de la Marcha del Silencio.

Una de mis compañeras de apartamento dice que no le gusta ir sola a las marchas y la otra propone que vayamos. Acepto la propuesta.

Salimos de casa para la Plaza Cagancha y había gente que volvía en el sentido contrario –hacia la Intendencia-.

Me encuentro entre la gente y camino observando cómo la gente conversa, se saluda y comienza a conversar.

Al tiempo una de mis compas buscaba a su novio y un amigo y otra compa la sigue, yo decido quedarme a observar a la gente, quería llevarme algo de ese momento en mi memoria.

Mientras nos acercábamos a la plaza pasó por mi mente el pensamiento:

¿qué estaba haciendo cenando en casa, si cuando vivía a una hora del centro estaba en la marcha o de no poder estar? Y sino iba me sentía terriblemente triste de no compartir ese momento con la gente que marcha en silencio por memoria y justicia.

En esos minutos observo en silencio los volantes y las velas que se prendieron al pie de la Libertad y trato de encontrar en mi interior un sentimiento que me aproxime a lo vivido en esta plaza hace unos instantes….

30 años después de esas terribles dictaduras latinoamericanas que arrasaron con los sueños de jóvenes estudiantes, de trabajadores organizados que quisieron construir alternativas a este sistema económico y de vida que con el paso de las décadas nos ha hecho cada vez más individualistas, aún se sigue marchando en nuestros países por esta reivindicación humana fundamental.

A medida que me acercaba a la estatua de la Libertad (que siento de un significado y belleza especiales) –que tantas controversias y debates en los diarios montevideanos de comienzos de S XX provocó- para poder llevarme alguna imagen o sensación de ese momento, veo a unas estudiantes con una cámara de video filmando a un señor con un ejemplar del diario El Día que anunciaba que habían secuestrado a Zelmar Michelini y Gutierrez Ruiz en Buenos Aires.

Estas jóvenes que observé y deduje que eran estudiantes se alejaron del hombre rumbo a realizar otras imágenes en el lugar.

En eso intento acercarme a ese hombre de tez mestiza y de mediana edad, vestido modestamente con un jean y una camisa celeste, que luego de esa breve filmación sale en dirección contraria de la que yo estaba y lo pierdo entre la gente, que ya se iba dispersando.

Qué macana –pensé- me hubiera encantado que me leyera el diario y hacerle preguntas.

Cómo me lo perdí.

Me generó mucha curiosidad su imagen sosteniendo el diario y su actitud –que no era de dolencia- sino de orgullo.


En el momento en que estoy a punto de dejar la plaza, me lo cruzo y ahí si le pregunto si puede contarme cómo consiguió el diario y si me puede leer algo de la noticia.

Se vio sorprendido por mi pedido aunque de muy buena manera nos pusimos a conversar mientras unos extranjeros y un fotógrafo veterano nos observaban y escuchaban.

Comenzó a relatarme los acontecimientos previos al secuestro de Zelmar y Gutierrez Ruiz y a su vez explicándome la historia –pensando quizás que la ignoraba-: cómo se trató de encubrir en la época además de la muerte de estos dos líderes políticos relevantes (Zelmar Michelini. Carismático y comprometido líder del nacido Frente Amplio en el ’71 y Gutierrez Ruiz abogado del Partido Nacional comprometido con la realidad nacional y denunciando los abusos del gobierno que ya perseguía y secuestraba mucho antes del golpe de Estado del ‘73).

Al tiempo que continúa mencionando fechas y acontecimientos, se sorprende por mis comentarios y me decía: ah, te sabés la historia… parece que la hubieras vivido. Ríe.

El hombre seguía con el diario en la mano que en el transcurso de la conversación, pasó a ser un objeto que permitió que nos acercáramos. Una excusa para dialogar.


- ¿Y vos qué hacías en esa época? ¿Eras estudiante?

- Sí. Era estudiante. Tenía 30 años, iba al IAVA y militaba en el gremio.

En esa etapa estudiantes y trabajadores estábamos muy unidos.

Ahí me comenta que existen muchas diferencias entre ese pasado y el presente me comenta, hoy es muy triste ver a los compañeros (del Frente Amplio, la izquierda uruguaya) peleando por cargos.

Continúa la conversación y el entusiasmo del relato.

Ahora sí quiero llegar a situarme en esa época a través de su historia, de cómo la vivió la sintió un joven estudiante organizado de 30 años –casi la misma edad que tengo yo hoy-. Y continúo pidiéndole que me de más pistas.

En eso miro y unos metros más adelante está Rafael Michelini hablando con la prensa y me viene un flash de qué necesario es que este tipo de historias de vida salgan a la luz, se conozcan, se lean. Pienso que en ese anonimato han estado muchos uruguayos, ciudadanos y ciudadanas, hombres y mujeres que eligieron –otras veces no tuvieron la chance de hacer otra cosa- quedarse en el país pese a lo duro de la represión. Y que resistieron.

En eso me cuenta que recuerda cuando imprimían a mimeógrafo la información que debía llegar a los diferentes gremios o sindicatos.

-¿Querés que te cuente algo más?

- Recuerdo viajar en el día a Buenos Aires en el Vapor de la Carrera para traerle información a los compañeros. Me fui a encontrar en el Hotel Royal de la calle Corrientes con Erro –quizás lo conozcas de nombre, vos que leíste- que me dibuja en una servilleta un mensaje que debo llevar al gremio y que ahí irá a F.U.N.S.A (uno de los sindicatos de trabajadores más fuerte) y al gremio de la Salud.

Ahí me menciona a otra militante muy conocida en la época, ella me da una servilleta que yo debo guardar en mi zapato.

Lo que decía la servilleta era que lo que se estaba viviendo en Uruguay era parte de un plan estratégico venido de los Estados Unidos con la intención de no permitir que surgieran cuestionamientos ni alternativas al sistema económico y político que querían imponer en Latinoamérica. Nada más y nada menos lo que posteriormente se denominaría el Plan Cóndor. Erro no estaba equivocado y tuvo la visión junto con Zelmar de poder dimensionar y vincular acontecimientos que aparentemente estaban desunidos y que más tarde o más temprano en Uruguay, Argentina y Chile arrasaron con los gérmenes de cambio y transformación.


Le comento que escuché discursos de Zelmar y que era un político de excepción… que he llorado escuchándolos… que me emocionan. Pienso en la valía y la convicción de tantos y que es por esta razón fue que se cortaron esos procesos de raíz y que eso fue terrible para nosotros y el continente.

Eso también se relaciona con el individualismo extremo en el que vivimos y en donde prima el valor de lo material. Realidad con la que nos enfrentamos día a día: los que tienen muchísimo frente a los que no acceden a casi nada… La brecha que se agranda….

Él con su entusiasmo de transmitirme lo vivido me hace volver a los setenta.

- En ese momento yo iba a pantalones Oxford y zapatos de plataforma –lo que se usaba en la época-

- Lo que usaba mi papá. Lo vi en las fotos.

Le digo que me hubiera gustado nacer en esa época –nací en la época equivocada- hoy somos mucho más individualistas en esa época había una conciencia colectiva que hoy sólo ciertas organizaciones o movimientos poseen.

El hombre mi mira y hace un silencio.

Prosigue la charla.

- Sabés que yo en esa época tenía una hija de meses y dejar todo por estar convencido no es fácil. Hoy la miro que tiene 35 años y hubo cosas que me perdí.

Sus mirada queda vidriada y la mía también. Pienso a cuántos les habrá pasado algo similar… los y las presos y presas, los exiliados y exiliadas.

Le agradezco profundamente la posibilidad de ponerse en su lugar y que haya compartido parte de su historia conmigo.

También le digo que es un muy buen narrador y que la intuición no me falló, por eso me acerqué a él buscando algo….

Y encontré muchísimo más de lo que esperaba.

Me encontré con un hombre como tantos de su época: estudiante y trabajador comprometido que participaba y soñaba con un mundo mejor para todos y todas.

Hoy mucha agua ha corrido bajo este río pero le digo, los valores fundamentales que nos inspiran son los mismos: justicia, libertad… la ética, el compromiso con la realidad.

Le digo, también, que cuando llegue a mi casa me voy a sentar a describir esto que viví.

Ahí me entero que tiene 57 años, es albañil pero tuvo el sueño de ser periodista y escribir. Linda coincidencia. ¿Pero existen? Creo que no. Fue un momento de aprendizaje.

Me voy de la Plaza Libertad: llena, conmovida y con esta historia para contar.

Tengo que decirte, Luis que no fue en vano tu compromiso: esa semilla de esperanza renace con nosotros, nosotras, generaciones que aún continuamos creyendo en que el CAMBIO aún hoy es POSIBLE y NECESARIO.

Hermosa vivencia. Ambos nos fuimos con la alegría de habernos encontrado y contado.

Gracias!

Montevideo, 21 de mayo de 2010


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