jueves, 24 de mayo de 2007

LA LUZ DE LA MEMORIA

Nota publicada en el suplemento “La República de las Mujeres”, 13 de mayo de 2007

“RESISTIENDO CON LA LUZ DE LA MEMORIA”

Vecinas y vecinos, familiares y todas aquellas personas que
resistieron la dictadura en el barrio, buscan instalar un espacio
público en memoria de las ex presas políticas de Punta de Rieles.
Para concretarlo, vienen reuniéndose y sumando esfuerzos a partir de
Memorias para la Paz, un ámbito en el que coinciden personas de
diversa inserción social con las protagonistas de aquellas gesta.

LOURDES NÚÑEZ URRUTI

No viví los oscuros años de dictadura; era tan sólo una niña de cinco
años cuando volvimos a la democracia recuerdo la transmisión
televisiva de la asunción del mando como un suceso imborrable-.
Durante mi adolescencia no supe de la dimensión y la fractura social
que había provocado la dictadura en nuestra sociedad; sólo cuando
entré a la Universidad y empecé a preocuparme por leer otros libros
fue que pude acercarme al dolor desde la caída de Allende a la
propagación del Plan Cóndor por nuestro continente.
Es intención de esta nota contribuir a rescatar la memoria como
construcción desde la alegría y la resistencia y no siempre desde el
dolor, aunque no perdamos la capacidad de indignarnos, porque como
dice Eduardo Galeano, la alegría requiere más esfuerzo que la pena,
porque al fin y al cabo a la pena estamos acostumbrados.

VIDA EN COLECTIVO

Había días blancos, otros negros, por lo tanto había también algunos
grises, pero algunos se teñían de rojo, otros de amarillo. En esas
combinaciones hacíamos vida, en espacios que iban de una cucheta a la
otra y al espacio entre ellas. Si comparamos la cantidad de metros
cuadrados de los que disponíamos en proporción a la creatividad de
mecanismos de supervivencia, las reglas de la Matemática se caen a
pedazos (Š)
En la vida actual el individualismo es exacerbado, importa mucho lo
que se muestra. En nuestra convivencia el motor más fuerte fue la
solidaridad y nuestros objetivos no eran personales, era imperioso que
todas estuviéramos bien; si aparecía alguna flaqueza había que
trabajar para superarla, pero todas juntas (Š)
Con cuentos, con ideas, todo se hacía disfrutadle. En el
intercambio encontrábamos que la vida no se había detenido en el
momento en que nos bajaron las rejas.
(Relato de Graciela Nario (Paloma) en De la desmemoria al desolvido",
colección Memoria para Armar, noviembre 2002, Págs. 74 y 77)

MEMORIAL EN PUNTA DE RIELES

A 30 años de la dictadura y en tiempo de reparaciones, la iniciativa
de instalar un espacio público que recuerde las vivencias de ex presas
políticas y de sus familiares en una plazoleta ubicada en Ruta 8 y
Camino Guerra, pone de manifiesto el trabajo en conjunto desde hace
unos años de la Comisión de la Mujer y el Zonal 9 de Montevideo, la
organización no gubernamental Mujer Ahora y un grupo de ex presas
políticas nucleadas en el Taller Vivencias, conformando el espacio
Memorias para la Paz.
Ese era el punto de partida de las y los familiares para hacer el
camino hacia el Penal de Punta de Rieles, ubicado en la localidad
montevideana del mismo nombre.
El objetivo central del emprendimiento es contribuir a recuperar la
identidad de la Zona 9, incluyendo en el territorio la memoria de las
mujeres que lucharon y resistieron en dictadura, rescatando la
presencia del Penal en el barrio, resignificando en el entorno urbano
lo vivido allí.
Con la finalidad de concretar esta idea y de que se involucrara la
gente de la zona, el pasado 24 de marzo se realizó un taller con la
arquitecta Gabriela Duarte en el Teatro Punta de Rieles; frente a la
plazoleta elegida, un segundo encuentro tuvo lugar el 12 de mayo para
hacer una devolución de los aportes de las ex presas, el vecindario y
todas las personas que participan en la iniciativa.
Una de las propuestas que surgió fue colocar a lo largo del camino que
realizaron durante años los familiares de las presas, símbolos de
todas aquellas cosas o palabras prohibidas dentro del Penal, como
aurora, paloma, solidaridad, manos. También se sugirió cambiarle el
nombre.

UN PUÑADO DE VECINAS

El 8 de marzo, Día Internacional de la mujer, la integrante de la
Comuna Mujer de la Zona 9 Gladys Ferrúa, explicó durante la
conmemoración organizada por Amnistía Internacional en Maroñas:
"Hoy estamos luchando por un espacio en Punta de Rieles que reivindique la
memoria de todo lo que vivieron los vecinos, lo que vivieron los
familiares en este largo caminar de 2 kilómetros llevando sus bolsos
para ver a sus mujeres presas".
Ferrúa enfatizó que "los hombres, los ex presos han podido llegar al
registro de cuántos fueron los que estuvieron. No así las mujeres, eso
se les ha negado una y otra vez".
Otra de las iniciativas de Memorias para la Paz es convertir el Penal
de Punta de Rieles en un espacio de formación para la gente del barrio
y también para no olvidar.
Ferrúa dijo que "el Penal está a 2 kilómetros de la Ruta 8, hoy
alumbrados y asfaltados; (a las presas) las largaban a cualquier hora
y sin aviso previo a la familia. Los vecinos de la cooperativa
Covitrema eran lo más cercano al Penal en este momento. Las mujeres
hacían guardia esperando a las presas que salían y eran las primeras
en abrazarlas y darles el primer contacto con el exterior".
Durante una recorrida para realizar esta crónica, esta vecina nos
relató: "Había un almacén en la zona donde cuando llovía los
familiares podían dejar sus bolsos. Había gente solidaria a pesar de
que existía muchísimo miedo".
Gladys Ferrúa sostiene que "la historia se escribe según la mirada de
género y el rescatar este tema desde la Comisión de la Mujer de la
Zona 9, fue rescatar la memoria de las mujeres y la memoria de la
resistencia. De esa resistencia pacífica, tenaz, silenciosa de las
mujeres".

LA MEMORIA MENOS OSCURA

Graciela Nario (Paloma) también nos comentó que “se intentó rescatar la
parte menos oscura de esa memoria”. Entonces, cada vez que se juntaba
por algún motivo este grupo de mujeres que además habían sido presas
políticas, "volvían a recordar de forma casi natural" tejiendo esos
recuerdos. Hasta que se dieron cuenta de que "había llegado el momento
de construir la memoria para que no se fuera con ellas" y "cuando se
disparaban las conversaciones se grababan y con ello se fueron armando
las historias" –explicó Graciela-.

Paloma relató que "ella pensaba que era un barrio de milicos porque
estaban muy lejos de los vecinos, pero que con el tiempo se fueron
dando cuenta de que no era así".
En noviembre de 2003 se reencontraron en el salón Comunal de Covitrema
el vecindario y las ex presas de Punta de Rieles. Participaron jóvenes
de la cooperativa que eran niñas y niños en dictadura y que relataron
sus juegos, como veían el Penal, sus silencios.

También se precisó un dato: en tiempos de dictadura y siendo niña, la
arquitecta Duarte visitó a una tía en Punta de Rieles.
Paloma enfatizó que “cuando salió la gente le preguntaba cómo había
aguantado tanto tiempo”, y ella respondía: "lo más importante era la
vida y resistir al objetivo de destruirnos, apoyadas en nuestras ideas
y en los lazos tejidos en la vida cotidiana: compartiendo alegrías,
tristezas, horrores o rabias".

COVITREMA

"Era la única cooperativa de viviendas que había en el barrio a
principio de los ochenta, cuando la dictadura vivía su ocaso, desde
allí las mujeres de la cooperativa salían a recibir a las presas que
liberaban. Cuando los militares descubrieron que las largaban por acá
y las estaban esperando (cerca de un arroyo donde ponían un vallado
que cada vez iban desplazando más), las largaban por el otro camino,
por Cochabamba. Y las que en cada acto patrio ponían en el fondo de la
cooperativa (desde donde se ve el Penal) los parlantes muy fuertes con
el himno en las fechas patrias, pensando que iba a llegar a los oídos
de ellas. Como todo era más despoblado parecía más cercano el Penal".
Cuando en Navidad los vecinos de Covitrema tiraban las bengalas rojas
y por algún recovequito las presas lograban verlas, pensaban que "les
estaban tratando de decir algo". Y sí, les estaban tratando de decir
"estamos acá".
Miriam, una vecina de la cooperativa, contó que "ella no podía
disfrutar porque se sentía culpable al saber que había tanta gente
cerca y pasando tantas cosas".
El primer encuentro de las ex presas de Punta de Rieles con el
vecindario se realizó en noviembre de 2003 en el salón comunal de
Covitrema.

ESTRATEGIA PARA RESISTIR Y SOBREVIVIR

El pasado 8 de marzo también había brindado su testimonio Stella
Reyes, ex presa política, quien estuvo 9 años en el Penal de Punta de
Rieles.
´´Estas mujeres que resistieron en Punta de Rieles sufrieron y
lloraron mucho, pero también pudieron reír, festejar cumpleaños,
obsequiar algún objetito muy querido a una compañera que liberaban.
Compartir lecturas, hacer obras de teatro. En fin, sobrevivieron,
vivieron´´.

Stella relató "nosotras para defendernos de todos ellos
cantábamos, tocábamos la guitarra, hacíamos teatro, nos reíamos.
Festejábamos cumpleaños, observábamos a los vecinos desde algún
pequeño agujero. Teníamos diferencias: pertenecíamos a diferentes
grupos políticos, había mujeres de todos los estratos sociales ­de la
alta sociedad, de clase media, de clase baja-´´. No obstante, ´´no
existían las diferencias, las hacían ellos. A las mujeres de clase
alta las llevaban a la pajarera a limpiarla y con todos los pájaros
dentro no terminaban nunca. Volvían terriblemente humilladas".
Uno de los trabajos forzados que realizaron fue descrito así por
Stella: "arrastrábamos un rodillo gigante que tirábamos por las calles
como en la época de la prehistoria. Lo arrastrábamos entre muchas para
hacer la calle". Pero aclaró: “los trabajos forzados
siempre los hacíamos a desgano".
Reyes relató: "cuando la gente nos apoyaba y nos denunciaba desde
el exterior había momentos de calma. También cuando venía la Cruz Roja
y nos daban montones de libros ­que nunca antes nos habían dado-.
Cuando se iban, a los 15 días hacían la fogata en el campo, donde
veíamos con llanto que quemaran libros que no llegamos a leer".
EL ENCIERRO ADENTRO Y AFUERA

"Los que vivieron afuera también vivieron encerrados, y vivieron
encerrados los que vivieron en el exilio pensando en volver. Y las que
estábamos presas. No somos nosotros mí generación- sino los más
jóvenes los que van a construir, pero tenemos que contarles lo que
hemos pasado para que no vuelva a suceder nunca más".
En el Penal "habían tapiado las ventanas para que nosotras no
miráramos los movimientos. Muchas veces no pudimos ver nada. Muchas
veces sí, porque había personas que nos llevaban y se distraían o a
veces se dormían. Nosotras íbamos esposadas, no podíamos salir, pero
por alguna rendija mirábamos el vecindario, las calles, los árboles.
Cuando salíamos en los carromatos ­vehículos muy cerrados- por una
rendija veíamos a los vecinos, la ropa tendida. Para nosotras era muy
importante, era la vida, era una recompensa espiritual, que llevábamos
dentro´´.
"Un día yo volví con una condena de 12 años y mirar los árboles o las
calles o mirar a un vecino que estaba parado en la puerta, era algo
que a mí me decía "no vas a estar 12 años".
"Quiero recalcar porque fue lo que nos mantuvo vivas ahí adentro:
nosotras no sabíamos si íbamos a poder salir (pero)… pensábamos siempre
que sí".

PARA "NO EXACERBAR A LA TROPA"

"Mostrar el tobillo en el recreo era una forma de ´exacerbar a la
tropa que estaba en las torres y cerca de los alambrados, según los
militares de la época. Por ese motivo, era que les prohibían a las
reclusas colgar las prendas interiores al aire libre o, en el mejor de
los casos, tenderlas entre medio de toallas y otras prendas para que
quedaran cubiertas, lejos de las miradas de los que las custodiaban´".
Las celdas las compartían 12 mujeres, por tanto era imposible
colgarlas en el baño y pretender que se secaran. "Hasta llegaron a
comprar una secadora para las bombachas- recuerda Stella- para que no
las colgáramos afuera. Esa también era una forma de represión contra
la que luchábamos, buscando la forma de que no funcionara ese aparato
para tenderlas al sol, al aire libre".
En lo que fue una de sus últimas creaciones en cartel, Horacio
Buscaglia llevó esta anécdota ­ que también relata Ana María de Marco
(la chiquita) y está incluida en Memoria para Armar I y II, a las
tablas en el Teatro Circular.

LOS REPRESORES DE AYER

“Jorge (Pajarito) Silveira vivió con nosotros todo esto, se pasaba
allí adentro; a pesar de que en el careo que tuvimos dijo que cumplía
un horario de las 8 de la mañana a las 2 de la tarde”, relató Stella.

“Mientras Silveira me amenazaba con su mirada era igual que en los cuarteles,
igual que siempre: no me pegaba porque no podía, no me torturaba
porque no podía. Negaba la tortura como la negaron todos”, sentenció Reyes.
Silveira hacía recorridas por el barrio y creo que sabía dónde vivía
cada uno. Cuando salíamos a la calle él nos decía que eso no lo
íbamos a ver nunca más”, reveló Stella.

VOLVER A LA LIBERTAD Y AL BARRIO

Stella evoca con mucha emoción el día que la liberaron: “el día que me
soltaron caminé dos kilómetros a pie con mis padres que me fueron a buscar”.
“Los que cuentan que nos esperaban a la salida (las mujeres de
Covitrema) es real. Para las que nos quedábamos adentro, de alguna
manera nos hacían llegar que cuando habían salido habían sido
recibidas por el barrio”.
Reyes enfatizó “todo este barrio es el que tiene todo el dolor de nuestras compañeras
Muertas, las compañeras de trabajo forzado que murieron sin atención
médica. Murieron compañeras en los calabozos”.
“Para mí es un gran orgullo saber que a mi me dijeron que no iba a
volver nunca más acá y he vuelto. Salí”, finalizó Reyes.

Stella sobrevivió y vive en el Buceo. Cursó en el Instituto de
Profesores Artigas (IPA) luego de ser liberada y hoy es profesora de
Geografía en varios liceos de Montevideo.

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