viernes, 9 de marzo de 2007

JÓVENES CAMINOS HACIA LA IGUALDAD SOCIAL

16º Festival dela Juventud y los Estudiantes, 7 al 15 de agosto de 2005, Caracas, Venezuela

Desde el 8 a 15 de agosto pasado, 81 uruguayos tuvimos el privilegio de participar de este evento junto a 15 mil jóvenes de los cinco continentes, bajo la consigna “Por la paz y la solidaridad, luchamos contra el imperialismo y la guerra”. Muchos integrantes de movimientos estudiantiles y organizaciones políticas, otros tantos militantes de organizaciones de la sociedad civil e independientes.

La primera imagen que quedó en nuestras retinas luego de salir del aeropuerto, fue la de cerros tapizados de humildes casas y vegetación por doquier. Barrios -que nos comentaban- en su mayoría sin saneamiento, con calles sin asfaltar y estrechas, y con dificultades de abastecimiento de agua de las casas próximas a la cima.
Advertimos un país con desigualdades profundas.

Nuestra delegación era de índole diversa, una mezcla bastante representativa de los jóvenes organizados: militantes del Frente Amplio de todo el país (representando a sectores y bases) nucleados en la Comisión Nacional de Jóvenes del Frente Amplio (CNJFA), Jóvenes de Mundo Afro, FUCVAM, Departamento de Jóvenes del PIT-CNT, Instituto Cuesta Duarte, representantes de la FEUU, entre otros.

Convivimos durante ocho días en una habitación creada especialmente para las delegaciones en un Hipódromo en las afueras de Caracas. En ese mismo lugar se hospedaban otras delegaciones del Cono Sur, como Argentina, Brasil, Chile y Paraguay.

El entusiasmo y el despliegue de voluntarios (jóvenes en su mayoría), eran impresionantes, y fue evidente para muchos habitantes de la ciudad de Caracas. La propaganda era proporcional al evento, aunque existió sólo para algunos medios de comunicación venezolanos, y para muchos corresponsales del extranjero.
El Festival tiene implicancias ideológicas, que nos remontan a la Europa luego de la Segunda Guerra Mundial, pues en 1947 se realizó por ver primera en Polonia. Su organización reside en la Federación de Juventudes Democráticas; pero aquí no termina la trascendencia de este evento. Fue una oportunidad propicia para comenzar a establecer lazos con otras juventudes del continente, empeñadas en encontrar alternativas para construir sociedades más justas que nos incluyan y dignifiquen a todos.

En esos ocho días, pudimos comprobar algo que quedó resonando en muchos de nosotros: los procesos de transformación que se están poniendo en marcha en la sociedad venezolana (que no debemos comparar en ningún momento con nuestra sociedad), tiene como uno de sus protagonistas fundamentales a los jóvenes. Jóvenes que constituyen la franja población mayoritaria en Venezuela, (echo que no se produce en nuestro país, pero que no justifica olvidos), había estado relegada de las instituciones y las políticas de Estado.
Proceso nada sencillo, pero creemos indispensable para nuestra sociedad, que continúa expulsando jóvenes del sistema educativo y del país. En este sentido, como sociedad y ante la ausencia “histórica” de políticas de juventud, nos debemos un debate con detenimiento sobre nuestro papel para la construcción de justicia social e igualdad de oportunidades.

Tuvimos la oportunidad de acercarnos a ciertos rasgos de las Políticas Sociales por parte del gobierno de Hugo Chávez, y en particular cómo se apropia la gente de estos cambios, que es lo que más nos interesa.
Muchos de nosotros visitamos lo que se denominan “misiones sociales”, programas que implementa el Estado invirtiendo fondos en educación, cultura, salud, deporte, alimentación, como ejes fundamentales. Nuevamente notamos un rasgo que responde al estado de cosas en Venezuela y sus características: los estudiantes son la gran mayoría de voluntarios y facilitadores que trabajan con la población excluida de todo el país.
Las misiones sociales buscan “soluciones verdaderas a los problemas de la población más humilde del país, que abarca a más del 65 % de los 24 millones de habitantes de Venezuela” [1].
Los recursos humanos fundamentales son los voluntarios de cada comunidad (a la subdivisión en zonas a las que llaman parroquias), estudiantes que han accedido hace poco tiempo a la formación terciaria.
Lo novedoso de las misiones es que para su ejecución requieren de la cooperación de diversas instituciones del Estado, lo que permite articular iniciativas para que éstas lleguen del mejor modo a sus destinatarios.

Debemos acotar a todo esto, que la realidad educativa del pueblo venezolano no tiene nada que ver con la uruguaya –más allá de las crisis sociales y económicas que nos han azotado-, pues el acceso a la Universidad o a la atención primaria en salud, estaban reservadas a los más pudientes.
Con niveles escandalosos de analfabetismo, comenzó en julio de 2003 la
“Misión Robinson 1”, con la finalidad de enseñar a leer y a escribir a adultos de todo el país, mediante métodos audiovisuales. Según datos oficiales, en el término de un año se alfabetizaron más de un millón de personas.

Deberíamos tomar (salvando las distancias que nos separan) con especial atención las experiencias de las misiones, pues intentan dar el marco para generar proyectos en las comunidades. Bien podrían ser referencia para la próxima etapa del Plan de Emergencia.
Rescato, especialmente, el énfasis puesto en la formación de facilitadores que sean multiplicadores de conocimiento en las misiones. En especial la colaboración y articulación entre las universidades y el Estado, en las misiones educativas que se desarrollan en varios niveles: Misión Ribas (acceso al bachillerato para adultos), y Misión Sucre (que se propone formar a nivel terciario).
Un posible punto de comparación con el Plan de Emergencia y la erradicación de la extrema pobreza, podría ser el “Mercal”, mercados que permiten el acceso a precios bajos de los alimentos de la canasta básica mediante un subsidio del Estado.

En cuanto a la Salud, comenzó en abril de 2003 la “Misión Barrio Adentro” con la colaboración de médicos cubanos (y posteriormente con un acuerdo de cooperación entre los gobiernos) para garantir el acceso a la atención primaria a miles de personas.

Pero este panorama auspicioso no implica que sea tarea fácil construir la igualdad en la sociedad venezolana. Las clases más poderosas ven con recelo estos cambios, atacando constante y mediáticamente al gobierno, en especial a la figura de Chávez.
Más si consideramos que la principal fuente de recursos de este país (con gran parte de estas divisas se financian las misiones) la constituye el petróleo, uno de los productos más preciados para el mercado mundial. Parte de esas divisas se devuelven a la sociedad.
Puede cuestionarse que los venezolanos que creen en este proceso de cambio, dependen casi por completo de la figura de Chávez como motor, como impulso, como horizonte para tomar iniciativas. Pero en una sociedad acostumbrada al sometimiento tanto local como externo, es fácil juzgar desde afuera, sobre todo con el panorama que los medios de comunicación a nivel internacional brindan de la figura de Chávez. Además, el vínculo de los civiles con los militares no tiene nada que ver con la situación del Cono Sur, pues la sociedad venezolana no vivió en los setenta las brutales dictaduras que proliferaron gracias al Plan Cóndor.

Creo que cada sociedad debe encontrar los caminos que le son propios para construir alternativas de desarrollo sustentable, y que debemos bregar como colectivos por integrarnos en la región en pos del cumplimiento de los derechos humanos fundamentales, sean económicos, políticos, sociales o culturales. Los propios venezolanos serán sus jueces.
Tenemos mucho camino por andar. Debemos tomar parte de un proceso de globalización de lo mejor de nuestras comunidades. Nuestras condiciones objetivas son diferentes, lo sabemos.
No será tarea fácil ni proceso instantáneo, pero los jóvenes estamos dispuestos a proponer y ejecutar alternativas que nos acerquen a la igualdad de oportunidades con justicia social para todos.


Lic. en Comunicación, Lourdes Núñez
[1] Extraído de discurso del Presidente Hugo Chávez en la reunión de Jefes de Estado en Naciones Unidas, setiembre de 2004.

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